CAPÍTULO VI

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Después de la conversación con su güela, Tita apenas logró llegar a tiempo a su casa para darse un baño, cambiarse y salir corriendo junto con Pedro Infante por un grupo de turistas que venían de Europa por trabajo, pero se habían tomado unos días de descanso; con los cuales irían a hacer senderismo acuático. Afortunadamente tal como Santos prometió, su camioneta estaba estacionada justo fuera de su casa en lugar de a las orillas de la sierra donde se había quedado cuando se marchó con él al plano de las almas.

Suponía que alguno de los trabajadores del rancho habría hecho el favor de llevarla, ya que su hogar estaba protegido con diversas bendiciones (por llamarles de un modo) concedidas por dioses que hacía complicado usar poder espiritual, magia o cualquier cosa no directamente humana sobre esta. No es que las hubiera pedido, tampoco era tonta para rechazarlas; era que cuando uno tenía amigos literalmente divinos, que además consideraban a la humanidad como florecillas delicadas, se obtenían determinados beneficios para la salud.

El recorrido fue divertido y todos estuvieron contentos disfrutando de la naturaleza, luego de eso aprovechó de informarles a sus compañeros que estaría haciendo unos trabajos como traductora, su media fachada (porque si era una traductora) para el mundo sobrenatural, por lo que necesitaría agendar con antelación los paseos de los que se haría cargo para no quedar mal; a lo que ellos accedieron sin mayor problema mientras discutían quien recogería de nuevo a los turistas para la noche astronómica; para cuando Tita finalmente se sentó frente a la computadora a revisar sus archivos con una enorme bolsa de cheetos bañados en una cantidad insana de salsa, y un enorme vaso de agua, luego de darse un relajante baño de burbujas, retomar el sueño perdido, terminar de leer uno de sus libros de romance y actualizarse con algunos de sus manhwas favoritos, ya pasaban de las seis de la tarde.

El vídeo que le habían dado los Druidas para que pudiera reconocer físicamente el profeta, obviamente lo borró, así como la información pertinente que le dieron al contactarla, lo que francamente no era gran cosa para no comprometerlos; pero no era eso lo que estaba buscando entre sus archivos, sino lo que tenía relacionado a los territorios tanto irlandés como hawaiano, y sus contactos dentro de estos, o en su defecto quiénes podrían ayudarla a conseguir buen acceso a ambos.

Podía ir desde el lado humano o llegar a través del plano de las almas, pero de las dos formas sería mucho más prudente si contaba con la ayuda de los locales para poder moverse con libertad sin el riesgo a ser tomada como amenaza en caso de que necesitara hacer algún movimiento "llamativo"; además, como había dicho a su familia Xólotl estaría con ella, todavía no hablaban bien al respecto pero sabía que no se lo perdería, por lo que al ser un dios de determinado espacio debía solicitar audiencia con las deidades de esos lugares para no empezar una guerra por invasión.

No consideraba que eso fuera a ser un problema, en primera porque el sujeto en cuestión era un encanto andante; podría pensarse que era una creencia subjetiva debido a su amistad, pero él de verdad era alguien que conquistaba a su paso, dudaba que su presencia fuese indeseable para cualquiera. Por otro lado, al final del día tenía la sospecha de que sería Santos quien se encargaría de abrirles el camino.

Así que en realidad no le tomó demasiado tiempo organizar lo que podía ser el inicio de su plan. Todavía le faltaba que el mismo Santos le diera los detalles que le permitirían ver la dirección que debía tomar, pero en general se daba una idea de que esperar en cada territorio; sin embargo, la parte complicada era la investigación del problema en sí.

Nada. Por más que buscaba no lograba encontrar nada al respecto, era como si cualquier cosa de valor se hubiera desvanecido, o mejor dicho, la desaparecieron. El incidente en Roma se había manejado como un problema con tuberías de gas, algo relacionado con unas explosiones solares, el acercamiento lunar, y cosas que si se juntaban seguían sin tener sentido, pero eran malditamente creativas y a los humanos les gustaba justificar lo injustificable con lo que sea con tal de calmar su irrefrenable miedo a no ser las únicas criaturas pensantes existentes.

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