CAPÍTULO I

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PRESENTE...

Tita notaba que el aire empezaba a escasear en sus pulmones.

Intentaba con esfuerzo mantener el ritmo, pero sus pies eran cada vez más pesados y la elevación del suelo, a pesar de no ser tan pronunciada, con cada paso se hacía más difícil de recorrer; además, aunque ya era lo suficientemente tarde para que la noche solo fuese atenuada por las estrellas y la luna, la temperatura era sofocante... después de todo, pasando primavera este sitio era como la antesala del infierno...

Pero siguió corriendo, no podía detenerse, era un reto personal, se trataba de sobrevivencia, de la lucha por ser el más fuerte, probar su valía; esencialmente de su orgullo. Así que siguió y siguió por lo menos otros quince metros antes de bajar el ritmo, no parar, solo disminuir la marcha; necesitaba escuchar en que posición se encontraba, tomar aire.

Los latidos de su corazón fue lo primero que su sentido del oído captó. Fuertes y desbocados haciendo rugir en su sangre adrenalina; tuvo que respirar profundamente para concentrarse en algo más dejando que los aromas salvajes la relajaran. Finalmente los sonidos nocturnos llegaron; los grillos cantando, las chicharras pidiendo agua, las vagas corrientes de aire, y sus pasos. Él estaba cerca. Muy cerca.

Retomó la carrera ignorando el dolor en sus músculos. Ni siquiera debió detenerse en primer lugar sabiendo que era darle la ventaja a su oponente, pero no pudo negar a su cuerpo una indulgencia, el dolor quemaba a través de sus músculos, su pecho subiendo y bajando con desesperación por respirar mejor; y aunque sus ojos no captaron nada de su perseguidor, eso no significaba que no estuviera pisando ya sus talones.

Sin embargo, no faltaba mucho, el final del camino estaba cerca; podía decirlo por el paisaje que la rodeaba. Sus labios se extendieron en una sonrisa de expectación, si lograba llegar allí, si tan solo lo hiciera una vez, si pudiera... Un aullido desgarró la alegría del triunfo. Profundo, y con una nota de melodiosa soberbia que hacía evidente la inteligencia del depredador seguro de su victoria; prácticamente la derribó de su nube.

Soltó una maldición entre dientes. Estaba perdida, la certeza le pesaba en el cuerpo incluso cuando sus instintos más básicos gritaron en respuesta, mientras que una sombra se deslizó por el rabillo de su ojo izquierdo confirmando la presencia de su instigador. Huir debería ser la opción más lógica según sus neuronas, pero la experiencia en batalla era una consejera sabia a estas alturas de su vida, por lo que en lugar de intentar escapar se giró para enfrentar a la bestia que la cazaba, arrojó la mochila que cargaba a un lado, colocó su pie derecho un paso atrás para tener un mejor soporte en su postura, dobló ligeramente las rodillas afianzando su centro de gravedad, y levantó las manos para usarlas como escudo justo cuando aquel pedazo de oscuridad se le dejó ir encima.

La caída fue inevitable. Primero el golpe rompió su equilibrio, y segundo el peso le fue insostenible en medio del ataque; sus dedos se tensaron sobre aquel denso pelaje, y el aliento de las peligrosas fauces se estrelló sobre su rostro en el mismo momento en que las poderosas garras hacían presión en sus hombros. Más por reacción que por acción, sus ojos querían cerrarse, pero se obligó a abrirlos captando así destellos de la mirada ámbar que la acosaba cara a cara, justo antes de que todo se redujera a los dientes y... lengua.

La humedad plagó rápidamente todo su rostro en una lluvia de baba cálida, viscosa y apestosa. Al retrete lo costoso del maldito bulto de comida junto con todos los limpiadores dentales en los que se iba la gran mayoría de su dinero, el olor ciertamente no era un mentolado fresco.

-¡Pedro Infante no, basta!-. Sus palabras salieron en una cadencia interrumpida por el cosquilleo en su piel. -¡Quítate!-. A pesar de que intentaba sacárselo de encima, mover a un perro de poco más de cincuenta kilos era un verdadero reto. -¡Perdí! ¡Perdí! ...-. Risa se combinó con su queja. -¡Me rindo!-. Se las ingenió para rodar sobre su estómago y quedar boca abajo, aunque no fue suficiente para detener el ataque, pasaría al menos otro minuto para que eso ocurriera...

EL OASIS DE LA MUERTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora