CAPÍTULO IX

116 16 24
                                    

Mateo observó a Tita, Ángel y Xólotl, seguidos por Pedro Infante y Pájarina, salir de la oficina ya conversando de cuál sería bueno fuera su primer movimiento, todavía con el rostro en un chispeante rojo que combinaba perfecto con el ceño fruncido por su malhumor.

No se consideraba un hombre codicioso, de hecho, le gustaba tratar de ser justo en sus pagos, así como en las recompensas que recibía; pues a pesar de ser el representante de una estrella de fama mundial, su contador y abogado, además de en el mundo sobrenatural ser mensajero de la muerte y mano derecha del gobernante del plano de las almas, no cobraba sumas disparatadas por su trabajo. Por supuesto, eso no significaba que bajara el nivel de sus habilidades para ser modesto, y mucho menos, que fuera tacaño a la hora de establecer los pagos de otros.

Claro que todo esto era considerado en base a que su jefe era lo que se podría considerar, en una expresión simple, estúpidamente rico; no solo por su década en el mundo del espectáculo que ya le había acumulado un cuantioso capital, sino porque a lo largo de su infinita existencia también había coleccionado objetos que por sí solos valían una (o varias) fortunas; en esa oficina por ejemplo, había suficientes como para hacer que un hombre y su descendencia de al menos unas cincuenta generaciones vivieran en opulencia absoluta.

Así que si, Santos podía pagar lo que Tita estaba pidiendo, incluso si la cantidad era por alma y estas fueran miles; pero todavía le parecía una suma ridícula, o mejor dicho, injusta. Es decir, entendía que el trabajo solicitado era extremadamente peligroso, aun cuando solo se dijeron cosas superficiales haciéndolo sonar como si fuese un mero rastreo, conocía las capacidades que tenía la mujer en cuestión para cumplir hasta las misiones más disparatadas, sabía que el Dios la ayudaría a conseguir sus objetivos si se complicaban las cosas, y que a pesar de la juventud de Ángel, era digno de confianza... de todos modos esto era un abuso.

-Se está aprovechando de ti...-. Soltó entre dientes, mientras hacía ejercicios de respiración para relajar los músculos agarrotados de su cuerpo...

El cantante que estaba terminando de servirse una segunda ración del panque antes de que se tuviera que ir, se giró para observar a Mateo, torció el gesto pensando detenidamente la situación para casi al instante negar con la cabeza.

-No...-. Quizás si era mucho dinero, pero se trataba de una encomienda peligrosa y le había puesto un límite absurdo de tiempo, que confiara en ella no quitaba ninguna de las dos, por lo que no, realmente no era un mal trato, especialmente porque estaba apelando también a su buena suerte para que lo consiguiera; una que seguía sin saber a qué se debía, y que en el peor de los casos podía perjudicarla si resultaba venir de un mal sitio...

-Tu amor por ella te está cegando...-. Su enojo fue quien empujo aquella oración, pero apenas lo dijo deseó haberse mordido la lengua notando una sacudida de terror a través de su columna vertebral, para su buena suerte, el gobernante no se ofendió aun cuando sabía que otros habían literalmente perdido la piel por insinuaciones más vagas contra Tita

No, no es que tuviera miedo que le hiciera lo mismo, jamás había andado de puntillas a su alrededor a pesar de que sus caracteres los hacían chocar continuamente; pero como cualquiera que se hubiese enamorado alguna vez, esperaba que la defendiera.

-Si me hubiera enfocado en el amor que le tengo, habría sido la última persona a quien se me ocurriría enviar para buscar esas almas...-. Espetó para luego pasarse un trozo de panque. Para ser honesto, una parte de él tenía la imperiosa necesidad de cancelar el asunto, mejor aún, de encerrarla en un castillo de cristal donde pudiera verla y protegerla de absolutamente todo mientras la tenía a su voluntad; a veces se preguntaba con asombro cómo lograba mantenerse quieto, al menos hasta que la veía siendo libre y recordaba que no se atrevería a arrebatarle nada que la hiciera feliz... aunque siendo honesto consigo mismo, tenía el presentimiento que más que ser generoso era realista; no podría hacerlo, no en el contexto sentimental sino físico, lo que era inquietante considerando quien era... -Hasta tu respetas su trabajo...-. Pero necesitaba agilizar las cosas antes de que se salieran de control, e incluso su agente que no era particularmente amigo de ella, era incapaz de desestimar sus capacidades; claro que si hubiera sido otro quien decía aquello, el asunto sería completamente diferente...

EL OASIS DE LA MUERTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora