CAPÍTULO XIV

109 11 7
                                    

No hubo advertencia de lo que estaba ocurriendo, el desbalance que la hizo tropezar se evaporó junto con absolutamente toda la consciencia de su cuerpo; sin embargo, la caída nunca fue el problema, sino la penumbra absoluta que se cernió sobre ella como las fauces de una bestia devorando a su presa.

Tita no se detuvo a meditar la obviedad, había caído en una trampa, tampoco se preocupó por Pedro Infante quien estaba seguro dentro de casa y era más que capaz de cuidarse por su cuenta, además de que probablemente ya debía estarla buscando; en cambio, su cerebro se puso en marcha para enfrentar la situación lo mejor que podía.

Primero trato de dejar que su parte espiritual tomara el control ya que los ataques en ese estado eran menos mortales para una persona viva, y era posible moverse entre planos. Lo hizo, pero decidió regresar a su estado físico ya que una especie de zona abierta mantenía su alma anclada en el mismo sitio de oscuridad; de haber una salida tendría que encontrarla así.

Se detuvo al notar que seguía sin percibir nada. ¿Estaba parada, acostada, se cayó o logró estabilizarse? Eso no era bueno. ¿Seguía respirando? Considerando esta extrañeza, decidió forzarse a hacer un proceso para ratificar su estado enviando una orden sin poder confirmar que realmente lo hacía.

Se suponía que en casos así la adrenalina era bombeada a través de su torrente sanguíneo, potenciando sus posibilidades físicas, y con una mini descarga eléctrica que la recorría dese la punta de los dedos del pie hasta la cabeza, su sistema nervioso ponía en neutral sus funciones básicas establecidas para en menos de una fracción de segundo dar un reinicio en su desarrollo psicomotor, arrojándola a un aprendizaje forzado sobre su entorno. No como el que tenía un recién nacido, esto era menos complejo ya que no necesitaba aprender a caminar o hablar, de hecho, dada la situación sería una estupidez siquiera moverse ya que bien podía estar al filo de un abismo; sino comprobando qué de lo que ya sabía debía aprovecharse mejor.

Sus sentidos se activaron uno por uno. Vista, descartada; no fue capaz de distinguir absolutamente nada. Oído, ni siquiera escuchaba los latidos de su corazón; fuera. Tacto, moverse de su posición inicial sería arriesgarse inútilmente, bien podía estar rodeada de espadas, pero al cerrar las manos no hubo sensación. Olfato, hizo una inspiración profunda, profunda, al menos creía seguía respirando; en cuanto al gusto, se negaba a permitir que su lengua se asomara por el momento esperando que no la tuviera ya fuera sin querer...

Era un vacío, decidió. Un lugar que anulaba las capacidades sensoriales, y si bien en su mayoría no tenían riesgos físicos, era fácil que las mentes atrapadas se rompieran por la desesperación y murieran irónicamente por una sobrecarga emocional que los conducía a autolesionarse. Eso era lo más común, pero de nuevo, bien podía estar rodeada de espadas o al filo de un abismo.

Tita chasqueó la lengua... o al menos creyó que lo hizo, la duda un eco en sus pensamientos... ¿Quién, por qué y para qué la habría llevado? Además de que lo había hecho justo frente a su casa protegida por Xólotl, y dentro del territorio de Santos, algo que se encargaron de dar a conocer para evitar este tipo de situaciones; es decir, podían ir tras ella, pero no en su hogar, y considerando lo ocurrido una década atrás, no estaban escuchando que se quejara pues era más en beneficio público que sobreprotección.

Tomando otra respiración profunda, que no se sentía pero sabía logró porque seguía consciente... o eso parecía... la mera duda una señal de que la locura asechaba, aunque su cordura (incomprensiblemente) siempre hubiera sido un tema de discusión; retomó el hilo de la idea anterior, debía seguir viva para que pudiera averiguar quién era el atrevido, y dado que ni su lado físico o espiritual estaban funcionando, decidió que solo le quedaba probar con su intelecto, lo que hasta cierto punto era gracioso ya que este lugar estaba diseñado para destruirlo.

EL OASIS DE LA MUERTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora