CAPÍTULO XIII

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Tal como predijo su sobrino, Xólotl, Tita y Pedro Infante llegaron directamente a Itzcuintlán, evitando el territorio abierto del plano de las almas y su vigilancia; no es que eso fuera un problema, pero ella había dejado allí el maletín con sus documentos, por lo que tenía que recogerlos antes de volver a su casa.

Podía parecer que no era gran cosa lo poco o nada que averiguaron, pero el viaje había sido mucho más fructífero de lo que creyó en un inicio. Encontrarse con esa brujita fue un inesperado golpe de suerte que le permitió hacer unas cuantas teorías sobre lo que podía estar pasando, y especialmente para encontrar el camino correcto en el que dirigir su atención.

Si, el Dios estaba en lo cierto respecto a la fiereza con que los que cosecharon esas almas mantuvieron los lugares ocultos; sin embargo, nadie era perfecto y los errores estaban a la orden del día, por lo tanto, era posible que en los sitios en que por un descuido o por necesidad se vieron descubiertos por los lugareños, fuera justo donde el nuevo ladrón estuviera mirando para buscar su motín.

Era una hipótesis precipitada surgida del calor del momento, que igual estaba completamente equivocada; cual fuera el caso necesitaba todavía más datos para darle peso, y en especial, organizar sus propias ideas si quería que esto empezara a tomar forma, porque de lo único que realmente estaba segura es que el responsable de la batalla de Roma, no era el mismo que el que cazaba ahora, ya que de lo contrario Santos jamás le hubiera dado el caso.

Ahora, allí había algo interesante para remarcar.

Podían ser cosas distintas, pero de todos modos era imposible deslindar completamente una de otra; incluso si fuera de forma paralela donde no tuvieran que cruzarse, seguían empatándose una sobre la otra beneficiando su objetivo de encontrarse con el demonio que intimidó a su abuela. Entonces ¿Por qué Santos le daría el trabajo? Es decir, él no cometería un error tan obvio, nadie en realidad, era tan simple como sumar uno más uno; a menos claro que estuviera muy desesperado ya fuera para notarlo, por atrapar al culpable, ambas, o peor aún, que todo fuera un simple pretexto para investigarla desde las sombras.

Si, esto quizás estaba siendo demasiado presuntuoso de su parte, sin embargo, era una muy buena maldita posibilidad, porque de nuevo, el tipo no era un tonto.

Para nadie era un misterio que estaban enamorados (jamás lo había negado), lo que no entendían era porque ella se negaba a estar con él oficialmente. En un principio era comprensible debido al mal momento en que fue hecha la declaración, a lo ocurrido en esa época que terminó con su expulsión de los Mensajeros de la Muerte, al drama, la sangre... pero ya había pasado una década en la cual su relación no tuvo un cambio significativo excepto por la declaración en sí; así que a estas alturas seguramente ya sospechaba que algo pasaba, y esto podía ser un medio para descubrirlo.

Ese último pensamiento hizo que sus labios se estiraran lentamente hasta formar la sonrisa que sus hermanos calificaban como la del Grinch. Iba a ser peligroso, sí, pero ella jamás perdía, así que, empezando por el dinero, vería que más ganaba.

-Estas disfrutando esto ¿Cierto?-. Xólotl todavía sujetaba su mano cuando llegaron a su territorio, e igual que su familia, conocía perfectamente esa ladina expresión...

-Un poco...-. Aceptó. -Me gustan los acertijos y las apuestas...-. Suspiró. -Pero me reía de una cosa que recordé...

-No voy a darte el gusto de preguntar por qué...

-Lo acabas de hacer...

-¿Me lo dirás?

-Nop...

-¿Puedes morir por eso?

-Sip...

-Entonces igual me enteraré...

-Paciencia...-. Recitó a voz melodiosa. -Adoro que cultivaras esa virtud en mi...

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