CAPÍTULO XVII

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Un par de horas más tarde, luego de que Tita lograra comunicarse con su contacto, y Xólotl se marchara diciendo que tenía cosas que hacer; Ángel caminaba un paso detrás pensando seriamente si se le estaba escapando algo, sobre pensaba las cosas, o le ocultaban a propósito detalles, considerando la reacción que habían tenido mientras hablaban de la recompensa ofrecida por la Diosa celta. Fue una fracción de segundo, un diminuto guiño en su relajada expresión al explicarle cómo podía ingresar en el territorio; pero estaba seguro de que hubo algo que no se terminaba de reflejar en la conversación que continuaron ni en este momento.

Además estaba el detalle de su retraso en su cita. Ella. Jamás. Llegaba. Tarde. Todos sabían que le gustaba presentarse correctamente con sus contratantes y colaboradores, incluso si se negaba a realizar el trabajo lo haría con profesionalismo y educación impecables; por eso decían que la Catrina tenía miel en los labios.

¿Sería normal sufrir un ataque de murciélagos, o era una clave para vampiros entre ella y Xólotl?

Aunque Muzquiz, la ciudad donde vivía era zona segura pues Santos lo convirtió en su lugar de residencia, por lo que solo un idiota iría buscando problemas; hablando específicamente de la casa de su tía, esta era una fortaleza con bendiciones y maldiciones que hacían casi imposible para cualquier cosa ajena al plano mortal entrar, incluso el mismo Gobernante del Plano de las Almas tendría problemas en intentarlo, pero respecto a lo demás era completamente normal, hasta se habían metido a robar una vez, por lo que era más que factible que sufriera un ataque.

Complicado. Y se ponía peor. Ella era la única "Mensajera de la muerte" de esta época que podía hacer lo que quisiera con su don para atravesar al plano espiritual.

Como en absolutamente todas las sociedades existentes, ya fueran mortales o sobrenaturales de cualquier tipo, inteligentes o instintivas, tenían reglas para seguir que las dejaban funcionar de acuerdo a sus necesidades; Tita rompió las de los mensajeros diez años atrás para salvarlo, y sobrevivió tanto al juicio como a la condena, quedando así en completa libertad para hacer su voluntad; por eso podía trabajar para entidades de otros planos sin rendir cuentas a nadie. Entonces, esto podía ser eso, un trabajo extra además del de las almas.

No se suponía que él se inmiscuyera en sus asuntos, pero para entenderla debía conocerla, y hasta cierto punto lo hacía, creció a su lado; también les había estado haciendo preguntas "discretas" a sus abuelos, papas, tíos, primos, amigos, conocidos, incluso al mismo Santos, era fácil conseguir historias que le hablaran de las otras facetas que tenía Tita más allá del papel en que la conocía.

Era rara. No de mala manera ni exagerada, bien, tal vez si superaba los parámetros de extrañeza incluso para aquellos que trataban con seres sobrenaturales; aun así, considerando su estilo de vida no había mucho para destacar. Sin embargo, Ángel lo sabía mejor porque lo vio el día que lo regresó a la vida; su tía ocultaba algo peligroso, y más importante, lo controlaba tan bien como hacía con el resto de su existencia, por lo tanto, nadie lo sabía.

A veces se preguntaba si lo que vio aquella vez era verdad o fue solo su estado de shock. Había sido un niño de seis años sometido a morir en medio de una masacre, así que para cuando despertó y la vio bañada en sangre, tal vez, solo tal vez, su mente drogada por el terror más puro creo el fondo de aquella visión para brindarle algo seguro a que aferrarse; una bestia más gigantesca y letal que quienes lo secuestraron, que cualquier criatura viva, y que lo amaba lo suficiente para asegurarle que lo salvaría siempre que lo necesitara.

La tranquilidad que obtuvo con esa promesa mantuvo su cordura intacta permitiéndole hacer su vida normal, incluso el psicólogo lo dio de alta luego de un par de meses, y su entrenamiento como mensajero de la muerte fue aprobado sin problemas. Todavía podía sentir miedo de las cosas, por ejemplo, no nadaría entre tiburones sin las medidas de protección y supervisión adecuadas; tampoco recorrería calles peligrosas sin necesidad, menos les contestaría a sus padres por gusto o sacaría malas calificaciones; pero la pesadilla a la que se enfrentó se quedó estancada allí como una mera experiencia más incapaz de regir el curso de su existencia.

EL OASIS DE LA MUERTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora