CAPITULO V

125 15 23
                                    

Tita estaba acomodando los platos en la mesa para el desayuno en casa de sus padres, cuando escuchó que llamaban a la puerta; el estómago se le encogió de angustiosa anticipación mientras dejaba las cosas para ir a abrir.

Haciendo cuentas, habían pasado unas cuatro horas desde el incidente de la invocación, apostaría sin problemas a que su güela ya debía estar enterada; y por muy adulta, independiente y fuerte que fuera, conservaba tatuado en la sangre ese respeto/terror por los adultos de su familia que tenían el derecho a regañarla (ella era la bebe, injusto). Teresa particularmente era quien se encargaba de mantenerla en el "buen camino" en lo referente al mundo sobrenatural, y aunque no era una mujer de diciplina tiránica, era sentido común evitar al Cenzontle cuando estaba enojado, especialmente su bastón.

Con un suspiro que trataba de atrapar el valor del aire, Tita quitó el cerrojo y abrió para felizmente descubrir a su hermana mayor.

-¡Hola Vero!-. Saludó entusiasta tomando al instante las bolsas que cargaba. -¿Hay más?-. Preguntó mirando hacia su camioneta en la cochera...

-Hola...-. Ella le plantó un beso en la mejilla luego de entregar de buen agrado la carga. -Si, todavía hay más...-. Se agachó para saludar a Pedro Infante que como siempre estaba al lado de su dueña...

-Pasa, yo terminó de bajarlas...

-¡Gracias! Había un mundo de gente en la tienda, me estoy muriendo de sed ¿Es que acaso no saben qué hora es? Uno va temprano para evitar multitudes, pero todo el pueblo está allí...-. Se fue murmurando

-Es por el calor...-. Argumentó su madre saliendo a recibirla, llevaba puesto su delantal y tenía una cuchara en la mano. -Hola...-. Igual que Verónica antes, le dio un beso como saludo. -Para las once ya está el día insoportable, además son vacaciones...

-Hola hija...-. Su padre también la saludó, luego de dejar los vasos que estaba acomodando. -Deja voy a ayudar a tu hermana...-. Comentó luego de ver a Pedro Infante pasar con una bolsa pequeña y dejarla junto a la alacena...

-Está bien, ya lo cubrimos...-. Tita llegó tras ellos con unas tres bolsas en cada mano, usando más telequinesis que fuerza física, aunque nadie lo sabría. -Solo hay que cerrar la camioneta...-. Anunció...

-Ya lo hago...-. Asintió su padre...

-Ma...-. Verónica comenzó a buscar entre estas una vez que su hermana las colocó sobre la barra de la cocina. -Voy a poner algunas cosas en tu refri en lo que me voy. Por cierto Tita, esa bolsa es lo que me pediste ayer...

Un día antes haciendo planes para ir a desayunar con sus padres, ella le comentó a su hermana que aprovecharía para ir antes a surtir su despensa, por lo que le preguntó si se le ofrecía algo; la aludida se volvió para observar la bolsa, tratando de recordar que le encargó.

-Oh...-. Sonrió. -Antes de irme me recuerdas sacar las tortillas...-. Tenía antojo de hacer unas enchiladas suizas, pero se dio cuenta que se había quedado sin el material principal; lo que podía comprar casi en cada esquina, pero su hermana le ahorraría el trabajo ya que el tiempo era justo. -Gracias...

-No, todo es tuyo...-. Le respondió Vero quien estaba terminando de lavarse las manos para servir...

-¿Cuántos kilos te pedí?-. Jadeó asustada. En esos momentos había estado demasiado emocionada por ejecutar su plan de invocación, era probable que hubiera dicho un disparate en la cantidad sin ser consciente de ello...

-Medio. Lo demás son cosillas que creí podrías usar...-. Explicó ayudando a su madre a servir...

La curiosidad le ganó a Tita, así que se asomó dentro del objeto señalado, efectivamente lo que pidió estaba allí a plena vista, junto con lo que pudo distinguir eran frutas y verduras variadas, una caja de galletas de chocolate, una bolsa de paletas, leche, pastas, aceites... incluso un par de sobres para su querido perro.

EL OASIS DE LA MUERTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora