25.- Noche de terror (parte 2)

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Carla observaba desde lejos como la peli negra coqueteaba con descaro con su novio. Bebía de su vaso intentando ocultar su enojo y en ocasiones retiraba su mirada asesina de aquel pequeño grupo en el que se encontraba Samuel.

Se contenía lo mejor que podía pero era inevitable no regresar a la vista hasta ahí y apretujar con fuerza el vaso, el cual creyó en cualquier momento rompería por toda la fuerza cargada de ira que empleaba sobre este.

-Joder, cari, deja ese vaso en paz. –Exclamó Lucrecia intentando apartar en vaso de las manos de su amiga antes de que pudiera romperlo y usar los trozos de vidrio como arma para asesinar a las dos chicas que charlaban con Samuel.

-¡Hey! Estaba bebiendo. –Se quejó cruzándose de brazos.

Lu rodó los ojos y tomó a Carla del brazo para alejarla un poco de la multitud de gente. –Solo están charlando. –Señaló llevando su vista hasta donde él castaño se encontraba. Adivinado en ese momento los pensamientos de su amiga y las mil y un suposiciones que seguramente se estaba haciendo en su mente.

-Ya lo sé, pero de verdad me hierve la sangre verlo charlar con otras chicas. –Confesó apenada.

No entendía ni quería saber que era lo que le
pasaba pero le era imposible contenerse cuando de su novio se trataba. No toleraba verlo con ninguna otra chica en el plan que fuera y sentía unas inmensas ganas de arrancarles el cabello a todas las que se le acercaban con obvias intenciones de coquetearle y conseguir algo más con él. Lo único que la hacía contenerse, era que su novio las frenaba, ella sonreía gustosa. Aún así no podía evitar el enojo que crecía en su interior, puso todo de su parte para anclarse en donde estaba y no ir a armar un escándalo.

Mientras tanto, Ariadna coqueteaba descaradamente con Samuel. Lo tocaba de los brazos y despistadamente subía sus manos hasta los trabajados bíceps del castaño tentándolos con sus dedos e imaginando lo increíble que sería palparlo sin ese molesto trozo de tela.

Samuel echaba el brazo hacia atrás en un intento de alejar las manos de la peli negra que ya lo estaba incomodando por su cercanía y por su extrema confianza.

-Que no me digas que ahora te codeas con puro  pijo. –Soltó Rebe sorprendida intentando bromear con su amigo.

El castaño sonrió y evitó soltar una risita al escuchar a la chica mofarse. Negó levemente con la cabeza y se alejó un poco más de Ari que cada vez estaba más cerca de él.

-Estudio en las Encinas. —Dijo orgulloso. –Ahora los pijos son mi pan de cada día. –Le siguió el juego a su amiga.

A la chica casi se le desencaja la quijada. No daba crédito a lo que escuchaba. –Pero, ¿de que vas tú? –Rió pensando que todo se trataba de una broma.

Samuel la miró serio esperando que su cambio de actitud la hiciera creerle. –Que si, tía. –Afirmó. –Obtuve una beca completa hasta finalizar el curso. –Dijo orgulloso. –Y aquí estoy. –Finalizó con las manos en los bolsillos para después encogerse de hombros.

-¡Jo-der! Esto si que es una sorpresa. –Comentó aún perpleja. –Que si no es porque tú me lo dices no lo creería. Me imagino lo difícil que será para ti adaptarte...

En ese momento el chico sonrió ampliamente. Divertido por la incredulidad de su vieja amiga. Los dos se conocían desde hace ya algunos años, eran vecinos y todo cambio cuando la familia de Rebeca tuvo la fortuna de hacerse de dinero de la noche a la mañana y abandonar el vecindario para mudarse a uno más exclusivo. El par de chicos perdieron comunicación ya que la peli negra se fue a estudiar fuera del país, hasta que sus padres decidieron que ya era hora de regresar y al hacerlo trajo con sigo una buena e inseparable amiga que decidió seguirla hasta la bella ciudad de Madrid.

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