Dato: Leer la intro de mi obra "El turista de mala muerte" para entender el diálogo que están a punto de leer.
Quien refugia sus tormentos mediante vicios sabe que cualquier insulto ajeno puede herir a su persona.
~ Gilberto C.Vásquez.*Charla.*
—¿Y cuántas muertes ocasionó esta vez?
— Un total de 374 homicidios a sangre fría, todo en menos de lo que cantó un gallo.
— Eso significa que...
— En efecto, Angela Ackerman será la nueva presidenta del partido NC
— Esa genocida no tiene remedio.
— Eso es parte de su belleza.
— ¿Cuando se hará el anuncio de su nuevo cargo?
— Van a esperar un par de días en lo que las aguas se tranquilizan.
— Es una buena estrategia, al menos su acompañante pensó muy bien la estrategia para masacrar al Noxx.
— Deberías dejar de subestimarla.
— ¿Cómo no hacerlo? Su único fuerte es derramar sangre con una sonrisa. No tiene cabeza para pensar, si no fuera por la rubia que siempre limpia su desastre ya estuviera 4 metros bajo tierra. Le das mucho crédito Lucrecia.
— No lo entiendes Kande, ella es más que una asesina compulsiva.
— ¿Por qué lo dices?
— Solo te diré que no sería capaz de meterme con ella a menos que consiga algo muy valioso, o que tenga ganas de gastar recursos a lo estúpido.
— En fin, dejando ese tema de lado, necesito que Iván me acompañe a un lugar.
— Adivino, a tu segundo mejor burdel después del Noxx que en paz descanse.
— No lo necesito para eso.
— Solo te mientes a ti mismo. Pero está bien, pensaba liberar mi estrés con ese saco de carne pero que va, me agarraste de buenas, te lo presto.
— Gracias...
— Pero lo quiero con "v" de vuelta.
6 años atrás.
Habían dos maneras de llegar al fraccionamiento los Arcos: una era mediante el boulevar Calix, y el otro era cruzando sobre la avenida Rapsodia, detrás de la ciudad que estaba por mero adorno para dar acceso a las vías principales del tren rodeado de árboles a sus lados en forma de arco, que conectaban por muchas partes del camino y así no se encontrara desolada. El par de niños con 11 y 12 años respectivamente: Zinder Croda y Yonder Pulisic tenían por ley caminar debajo del anaranjado cielo, por las vías del tren cada vez que se escapaban del chófer encargado de llevarlos y traerlos a casa, sin saber que las migajas de salario en aquel hombre era descontado a la mitad, todo por el berrinche del par, sin importarle a sus padres que afectaban sus necesidades hogareñas, dejando a su esposa e hijas con escasez de comida al día, a veces dos con tal de comprar leche y pañales a su tercer hijo recién nacido.
— Te juro que extrañaba venir por este camino.
— Me lo imaginaba, con lo mucho que te gusta caminar.
— Obvio, es una buena manera de ejercitarse, deberíamos hacer esto cuando vivamos juntos.
— Apenas estamos en la secundaria, estás pensando muy a futuro.
— ¿Y? Tarde o temprano tendríamos esta conversación, no sé porque te sorprende.
— Supongo que esto me pasa por consentirte tanto.
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El vergel de los clandestinos
RandomHistoria original. Todos los derechos reservados. Tras la caída de su madre, Zinder Croda tiene que pagar el precio de las acciones que su madre alguna vez tomó para llegar a la cima, siendo déspota de todo lo que una vez quiso y le hizo feliz. Cómo...