"No hay mejor momento para matar que cuando ya te dan por muerto".
~Piezas.
En una colina plagada de estrellas que acompañaban al primer eclipse del año, con la acogedora brisa besaba un par de rostros. En medio de esa noche eterna se encontraban un par de niños degustando un inocente momento de paz, mientras se meneaban sobre el columpio del parque que daba la mejor vista a la ciudad.
- ¡Te lo juro! ¡Seré la primera persona en crear un cohete de fresas con chocolate para llegar a la luna!
- Eso es imposible.
- ¡Nada es imposible!
- Lo que pides si lo es, no tiene lógica.
- Tu sueño de vivir en un castillo de pastel, eso tampoco tiene sentido.
- ¡O-oye! ¡Mi mamá me dijo que algún día viviré en un castillo de pastel!
- La mía también me dijo que seré el primer niño en llegar a la luna mediante un cohete de fresas con chocolate.
- Entonces...si llegas a construir ese cohete prométeme que me llevarás contigo.
- ¿Bromeas? Si es por ti que le pondré fresas a mi cohete de chocolate. ¡Claro que vendrás conmigo!
- ¿Es una promesa?
- ¡Claro que si Yonder!
- Me acabas de dar tu palabra...no te atrevas a olvidarlo Zinder.
~
Yonder (tercera persona)El nudo de su garganta se hacía cada vez más grande conforme el ataque de pánico comenzó a surgir en la castaña al otro lado de la llamada.
«Tengo un problema.»
- Yonder...yo...de verdad... -Eunice no paraba de disculparse, una y otra vez como si hubiera cometido un pecado. Tanto que llegó un momento en donde la pelinegra sintió un hueco sobre su estómago que hizo de acompañamiento a la presión que no podía expulsar.- De verdad que no quise...
«Tengo dos problemas.»
Trató de respirar profundo con la espera de disipar el sentimiento que comenzaba a poseerla, pero no fué suficiente para estabilizarse.
Para ese punto Kande y compañía ya se habían ido. «Seguramente ya deberían estar a una considerable distancia como para ser alcanzados» Pensó Yonder, tratando de buscar una solución a sus problemas, pero su juicio nublado no le daba para más.
«¿Esto es lo que recibo cuando confío en alguien?» Suprimió su grito de rabia en cuanto notó que la llamada seguía en curso.- Tengo el documento en mis manos. -no supo cuánto tiempo la castaña estuvo hablando gracias a su viaje mental.
«¡Tengo muchos problemas!»
- ¿Dónde te veo para entregártelo?
Como en muchas situaciones anteriores Yonder anhelaba explotar toda su rabia en Eunice, gritarle, insultarla hasta que tuviera inseguridad de si misma, ir hasta su casa y golpearla hasta que sus manos estén rotas. Pues no era la primera vez que cometía un error, pero en ese caso era distinto gracias a los últimos acontecimientos. Yonder no estaba para ese tipo de cosas.
«¿De verdad tenías que c*garla justo en este preciso momento?» Frunció sus labios al tiempo que sus manos tomaron un tip de manera anormal. Apretó sus muñecas formando un par de puños temblorosos como gelatinas.- Ya has hecho suficiente. -su voz era fría, casi llegando a provocar un sonido gutural.- solo encárgate de llevar ese papel al vigilante de la escuela, dile que vas de mi parte. ¿Eres capaz de hacerlo en diez minutos o necesitas más tiempo?
-sin esperar respuesta cortó la llamada para dirigirse a la salida con firmeza, balanceando sus caderas de izquierda a derecha.
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El vergel de los clandestinos
RandomHistoria original. Todos los derechos reservados. Tras la caída de su madre, Zinder Croda tiene que pagar el precio de las acciones que su madre alguna vez tomó para llegar a la cima, siendo déspota de todo lo que una vez quiso y le hizo feliz. Cómo...