Requiem

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El desvelo ocasionado por esperar las consecuencias del atentado contra Andrea Trujillo carcomía todo atisbo de conciliar el sueño para el trío, por tan cansados que se encontraban.
Cada uno se distraía de modo que pudiesen tener la cabeza en otro lado que no sean los siguientes movimientos que darían, resguardados en la primera planta del viejo edificio de la zona sur.

Por parte de Sonia, realizaba el trabajo que le tocaba a la difunta subdirectora, checando la pila de documentos en la mesa redonda.
Por otro lado, Tshilaba le daba mantenimiento al arma que cargaba consigo poniendo las piezas encima de la delgada sábana blanca del suelo en el que se encontraba sentada.
En cuanto a Zinder, teniendo consideración de Yonder, la cual estaba exenta de compartir la situación del resto, fué que bajó la colchoneta donde ella se encontraba acostada, usando el regazo del joven como almohada.

—Te ves cansado, duerme un rato. —Dijo la ojiazul— te despertaré cuando sea el momento.

A causa de las cuatro horas de sueño que tuvo, Yonder quería cambiar de posición con Zinder.
Se detuvo a curiosear al chico abstraído que, sabiendo con detalle cada movimiento empleado, se ponía en sus zapatos con el fin de comprender el riesgo que implicaban sus acciones. Por eso quería relajarlo, al menos intentarlo, pues según ella era lo mínimo que en esos momentos podía hacer.

—Ayer descansé por la tarde —respondió, junto a una seguridad que disfrazaba el hartazgo de tantas muertes que en menos de una semana yacían en sus manos—. Estoy bien, melocotón. Gracias. Mejor sigue descansando, mañana tendrás mucho trabajo. Debes prepararte para el agobio de tener a toda la escuela de cabeza.

Bajó la mirada para divisar aquellos grandes y redondos ojos celestes llenos de una preocupación con inocencia. Sonrió, apenas perceptible en cuanto pasaba los dedos sobre la sedosa cabellera corta de la chica.

—Eso no es nada comparado lo que tú vas a pasar —se sentó para estar cerca del rostro de Zinder—. Acabas de poner a los enemigos de nuestras madres contra tí. Te metiste... quiero decir; nos metimos en algo muy serio. En menos de siete horas estarás sentado frente a Lucrecia, mi padre y el resto de personas muy importantes. Fuí testigo de muchas reuniones así, y me asusta lo que pueda pasar.

Yoner llevó sus manos a la nuca del chico para hacer que ambas frentes puedan quedar juntas, mirándose con mutua angustia. Siguió tomando la iniciativa para quedar sentada en donde antes se encontraban sus pies, tomó al chico y lo acostó de modo que sus muslos recibieran la cabeza de él.

Podía deberse a la falta de afecto que hace tiempo dejó de tener, o simplemente estaba tan cansado que cedió a la petición de la chica sin poner resistencia, pero en menos de cinco minutos; Zinder había caído rendido, descansando profundamente.

—¿Qué fue lo que hizo para que estuviera así de fatigado? —preguntó Yonder, tallando la mejilla del pelinegro.

Aunque la cuantiosa distancia entre las dos mujeres que también estaban presentes era exageradamente ridícula, Yonder lanzó la pregunta, con pocas esperanzas de recibir una respuesta. Ya que, en cierta medida, ninguna de las dos que acompañaron al chico se encontraba con la tolerancia de hablar con algo o alguien aparte del subconsciente.

—Saber lo que hizo... eh —bisbeó la rubia, responsable de tener el lugar que los protegía del frío de fuera con humo, dejando el pitillo número veinte sobre el cenicero—. ¿Qué podrías hacer para quitarle la carga al chico, una vez sepas lo que hizo? Es mas, deberías preocuparte por ti. Mañana no solo él se enfrentará a Lucrecia y los demás. Todos aquí lo haremos. Si todo termina a favor de ellos, en el peor de los casos el chico será el esclavo de Lucrecia, y tú volverás con Kande. Si somos más pesimistas, el compromiso entre el hijo de Humberto y tú se volvería a reanudar. Y el principio de mi final será compartir el destino de mi exesposo, devorando un montón de vergas en una celda hasta que muera de sida, o a manos de Lucrecia.

El vergel de los clandestinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora