Enroque. Parte 3

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—Entonces, ¿dices que quieres formar una alianza conmigo?

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—Entonces, ¿dices que quieres formar una alianza conmigo?

Durante las siguientes dos horas que el par había tenido para entablar una favorable condición para conocerse pasaron con tranquilidad. Para ese entonces, una parte del ferviente sol se había escabullido de la inmensa nube que le cubría, dando de lleno a toda la zona alrededor.

—Cuando lo dices así, parece conveniente a tu favor —respondió Zinder, cansado, aparentando que no lo estaba, aunque un bostezo anterior de Tshilaba lo hizo imitar a la chica—. Parecería mentira, pero al igual que yo, no estás en posición de ser caprichosa —sacó su celular para mostrar el vídeo del estacionamiento, días atrás, antes que Tshilaba fuera de excursión—. Debes estar en muchos aprietos como para arriesgarte a ser descubierta, después de ser vinculada con la caída de Sonia.

—En realidad, esa tipa debería agradecer lo que hice —musitó Tshilaba, con el quinto vaso de sangría en mano, habiendo sorbido de una pajilla con tranquilidad—. Mi objetivo principal no era ella como tal. Hace tiempo que estaba tras Tedd Tijerina. Cuando lo atrapamos, una cosa nos llevó a la otra. Pero no voy a mentir, al momento de tener acorralada a Sonia, tenía las intenciones de llevarme a ella. No es personal, son cosas que pasan con personas como nosotros al ser parte de esta mierda. En cuanto al video... —miró al chico, a la espera que él tomase la iniciativa como pago de contar algo muy exclusivo.

Ya para ese momento, ninguno se sentía con la necesidad de ser reservados, salvo por el par de agentes que seguían pendientes a ellos.

—Para desgracia tuya, fué Sonia la que descubrió el vídeo —comentó Zinder, en parte enfadado, conteniendo la avalancha emocional que trataba de hacer que perdiera los escrúpulos—. Ahora, se supone que debo preguntar lo que hacías con el chófer, pero, ¿qué va? Conociéndote, solo hay dos opciones en la mesa: te lo comiste, o diste un reporte a tus superiores. Luego, un disparo dentro de un autobús, del que no se recibieron informes acerca de ello. Se nota que en tus encuentros la pasas bomba, tal y como las personas dentro de la escuela que apoyan a los tuyos.

Se sentía expuesta, incrédula por la sorpresa del joven al saber tales cosas en tan corto tiempo. Dentro de ese recoveco que su mente resguardaba la inseguridad que desbordaba en ella. Al igual que Zinder, también estaba cansada, deseosa de terminar con todo.

No estaba en condiciones de atacar, o dar un primer movimiento sin ayuda, más, ese recurso era evitado por el chico que seguía firme. Idéntico a un niño travieso que solo jugaba con alguien que desconocía su territorio, tal y como lo hizo al darle una pequeña vista donde estaban sus compañeros. Lo sentía como un golpe en el ego, culpándose a ella misma, en parte por salir desarmada, confiada pese a todas las advertencias que el subconsciente, y Peack le daban.

—Confieso que eres bueno en estas cosas —insinuó ella, formando una sonrisa—. Por desgracia, lo nenes como tú, tan soberbios y majaderos solo terminan dentro de una cajuela por creer que tienen el mundo a sus pies. No lo entiendo, lo lógico sería proteger a Lucrecia. ¿Por qué acabar con la mujer que te ofrece una vida estable? Supongo que se necesita tener mucha mierda en la cabeza, antes de comer caviar.

El vergel de los clandestinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora