XXV

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El silencio reina en la pequeña oficina de Lee Jihoo, las cuatro paredes apenas podían contener a tantas personas, todos pensarían que la oficina será gigantesca, pero Lee prefería los espacios pequeños, le resultaban más cómodos. Sentado en su escritorio con los dedos entrelazados podía ver a la perfección a los tres individuos que le asaltaron a la primera hora para contarle el alocado plan que querían llevar a cabo con su moribundo paciente.

Había papeles con información esparcidos por toda la superficie de caoba, hasta había una pizarra con dibujos que ilustraban a la perfección en cómo se debería realizar cada etapa y los resultados exitosos de cada una. Aunque la propuesta fuera atractiva, no presentaba los márgenes de error o los problemas secundarios que podrían desarrollarse ¿qué pasaba si la etapa A o C no servían? Solo eran meras palabras y entendía la razón de porque querían experimentar. Querían verificar la veracidad de su hipótesis, pero, aquello significaba exponer a Jeon a algo sin fundamento solo palabras.

Todavía estaba considerando en si reír o gritarles, más al alto moreno a su izquierda que mantenía la cabeza gacha y hombros hundidos por haberse metido a la habitación de Jeon en plena madrugada, pensar que uno de los enfermeros lo había retado por su incompetencia no lo tenía nada feliz, a su vez, observaba el cabello largo y desarreglado de Kim, las ojeras bajo sus ojos, al igual que su vestimenta: unos simples jean, camiseta blanca y anteojos. No había nada del extravagante joven que había conocido semanas atrás, el desarreglo gritaba desgarradoramente cómo el estado de Wonwoo le afectaba, al punto que viajó hasta la otra punta del país para hablar con Hong y encontrar una manera de ayudar a su paciente estrella. Golpeo los dedos en la mesa, comenzado con un pic-poc cada que sus uñas conectaban con la madera, provocando que moreno saltara más de una vez en su lugar con inquietud.

Tenía agallas y una mente brillante. Ninguno de los especialistas, a excepción de Hong, con los que había consultado sobre los posibles tratamientos para Jeon lo habían podido ayudar, pero, aquel joven de apenas 25 años había ideado una teoría brillante, que, si lograba hacerse con éxito, salvaría muchas vidas a un alto riesgo y precisamente era aquello que le obligaba a querer gritar. A su vez, le daban ganas de contratarlo, sabía que el joven estudiaba botánica médica, una mente tan brillante sería maravillosa en ese hospital, podrían realizar muchas investigaciones e innovar, estaba seguro que Hong también le ofrecería una pasantía.

El riesgo era alto, demasiado, pero, lo entendía. Amaba a Wonwoo y haría todo lo que estuviera en sus manos, él mismo había hecho cosas arriesgadas por su esposo, pensó en contarle aquello a Kim para ayudarlo a reflexionar y re considerar si estaba seguro de su decisión, sin embargo, la decisión relucía en los ojos del moreno, tenía una voluntad de acero por lo que su historia, seria para otro día.

Ahora, sus ojos se enfocaron en las cabezas roja y caramelo que flaqueaban su lado derecho. Ambos médicos le veían en una medida de aburrimiento y expectación del 50-50, sabían que, aunque dijera que no, realizarían el experimento, pero, no tendrían ni un sujeto de prueba dado a que él debía darles el permiso para trabajar con Jeon, claro, aparte del consentimiento del mismo Wonwoo.

Ambos tendían los brazos en jarras y vestían sus batas ocultando su ropa de civil que consistían de jean y jersey, algo sorprendente dado a que siempre que los veía vestían lujosos trajes a la medida. La postura corporal solo demostraba que no les importaba su opinión, tan insolentes, por algo no había considerado a Joshua para consultar sobre el estado de Wonwoo, aunque fuera el mejor en el campo, su arrogancia era algo que no podía tolerar. Y ni hablar de Boo, podía ser arrogante y grosero, mientras que Joshua aún era más "educado".

Pero sabía el porque eran así, eran genios, eminencias en la medicina y no había forma de decir lo contrario, esos hombres eran bestias despiadadas en el campo de investigación y se alimentaban de las almas y lágrimas de los nuevos médicos que osaban a retarlos o ponían en duda sus conocimientos y capacidades. Sabía de casos donde los jóvenes se iban a Estados Unidos o Europa para no volver a toparse con aquellos dos demonios de la medicina.

The Flower on my Garden •Meanie•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora