XVI

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El pelinegro desempacaba la poca ropa que había traído consigo de Seúl colocándola torpemente sobre la mesita ratona al lado de la cama, la noche anterior había olvidado desempacar al estar tan ocupado poniendo al día a su familia sobre su vida y la vida de Seungcheol, tanto su hermano como su madre apostaron que Seungcheol no tendría el valor de invitar a salir al enfermero rubio de aspecto angelical, su padre por otra parte sonrió y aseguro que esos dos ya tenían algo, y el pelinegro, bueno, él se sentía tan perdido en su propia vida ¿Amorosa? ¿Estaba bien utilizar ese término? Bueno, estaba tan ocupado pensado en otras cosas que la verdad no sabría que apostar, Seungcheol tenía el valor para invitar a Jeonghan, por otra parte ¿su amigo ya estaría en una relación y se lo había ocultado? Si ese era el caso, él no tenía el derecho para reclamar y hacer un drama por haber sido excluido puesto que él estaba haciendo algo parecido ¿no? Le había contado todo a Mingyu y se habían besado aquella noche y no le había contado absolutamente nada a su mejor amigo. Tendría que buscar una forma de contarle a Cheol sin que este perdiera la cabeza y le hiciera preguntas incomodas porque solo Dios sabía lo que Choi era capaz de preguntarle y eso le aterraba al pelinegro.

La madre de Wonwoo le observaba ir y venir por la habitación desde el marco de la puerta, estaba más alto, más guapo, tenía la espalda más ancha y amplia pareciéndose cada vez más a su padre y estaba radiante. Aunque el semblante de su pequeño seguía siendo serio lo había atrapado sonriendo minúsculamente al ver el celular en varias ocasiones y sus ojos tenían un brillo tan cálido y especial que solo lograban aliviarla, durante mucho tiempo había temido por la seguridad de Wonwoo y la vida que llevaba, ahora, verlo ahí haciendo un lío intentando ordenar sus cosas mientras arrugaba la nariz en una risa al notar que lo que menos estaba haciendo era ordenar se sintió una madre feliz.

El aura de Wonwoo era distinta a comparación de los otros años, ya no se veía ni se sentía como aquel niño deprimido y resentido con la vida, se veía como todo un joven adulto normal y feliz. No tenía esa mirada devastadora ni aquellos comentarios negativos sobre sí mismo, parecía que un nuevo él había nacido mientras estaba lejos de casa. En ese momento, la azabache deseo que estuviera en lo correcto y su hijo era feliz después de tanto tiempo. Sacudió la cabeza alejando aquellas memorias tristes y trágicas sobre la vida del mayor de sus hijos y dio algunos golpeas a la puerta para obtener la atención del pelinegro que dejo de reír del golpe al verse con compañía.

-Ya llego tu hanbok, cuando termines de ordenar -señalo su madre al desorden que él solo había creado en un par de minutos- baja para probarlo ¿de acuerdo?

El pelinegro levanto las comisuras de sus labios y asintió con la cabeza, metería todo de nuevo a la mochila y lo dejaría de esa forma, se daba por vencido al intentar ordenar algo cuando su cabeza solo podía concentrarse en la persona que le esperaba en Seúl. Realmente se sentía como un tonto y una gelatina viviente cuando pensaba en Mingyu, en la forma en que reía o la forma en que arreglaba su cabello, sentía que en cualquier momento comenzaría a derretirse y se convertiría en un charco de Wonwoo, o, tal vez terminaría explotando y de sus viseras saldrían las abejas africanas asesinas que revoloteaban en su estómago y pecho cada que Kim osaba a tomarle de la mano, lanzarle un guiño indiscreto o simplemente verlo a los ojos. Sin duda alguna su muerte sería trágica.

Salió de la habitación en búsqueda de su madre que de seguro le esperaba en la planta baja de la casa, se tomó un poco de tiempo recorriendo los corredores admirando aquel horrible papel tapiz de cisnes que habían colocado para navidad cuándo su padre había perdido una apuesta con su abuela, algunos retratos familiares se exhibían en las paredes acompañadas por algún estante con libros o por alguna planta que probablemente su progenitora había colocado para darle más vida a la infraestructura. Bajo las gradas de dos en dos observando la amplia sala de estar de un vibrante color amarillo, sillones blancos y una mesa de madera negra en el centro, de seguro su padre era responsable de aquello y, aunque al principio la tonalidad amarrilla chillona lastimaban los ojos del pelinegro al transcurrir los segundos su mirada de adapto de inmediato y no le pareció tan molesto, de hecho, se veía bien.

The Flower on my Garden •Meanie•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora