Ya es otro día.
Diego me despierta con un mensaje que dice “Buenos días”.
Yo sonrío.
“¿Qué tal va tu día?” le envío.
“Bien, estoy trabajando”. Y una novedad más. Él trabaja.
El día transcurre.
Yo sigo encerrada en casa.
Las horas han pasado y sigo hablando con Diego.
Un vídeo llega por la noche.
Es él, haciéndome gestos.
Mi rostro se torna rojo y mis mejillas arden.
¿Qué es esto?
Esto es un comienzo.