Quizá debería de explicarle a Diego.
Explicarle mis disgustos.
Explicarle mi extraña manera de ser.
Él es él… y yo soy yo.
He rechazado dos veces salir con él.
He decidido que la próxima vez diré que sí.
Pero no parece que la próxima vez esté en camino.
Él me llama por teléfono.
Se ha vuelto rutina.
“Si quieres enamorarme, solo regálame dulces de chile”
Yo río.
“¿Te gustan mucho?” le pregunto.
“Mucho” me afirma.
“De hecho, a mí también. Pero… cuando los como mi estómago me duele.
Él ríe.
“¿Estarías dispuesta a comer conmigo, o solo me verías comerlos?”