“¿Puedo llamarte?” me dice.
Comienzo a temblar.
No puedo evitar decir que sí.
“Sí” le digo.
Diego ha visto mi mensaje.
Mi teléfono comienza a sonar.
Respiro profundamente.
No he hablado por teléfono con Diego.
Contesto.
“¿Bueno?” susurro.
“¿Deneb?”
Mi corazón se acelera. Una larga noche me espera.