Ahora pasaban de las 4:00 a.m.
Ambos bostezábamos.
Nuestro sueño era más notorio que otra cosa.
Ambos seguíamos aquí.
“¿No tienes sueño?” le pregunté.
“Sí, pero no quiero irme. Estoy hablando contigo”
Un cosquilleo me invadió el estómago.
“Eso está bien”
Pude imaginar su sonrisa sin verla.
“Ven aquí”
Dios mío. Si quería.
“Sí, ya voy” mi sarcasmo era notorio.
“Hablo en serio”
“Es tarde”
“Solo es cuestión de encender mi auto y ponerle gasolina”
“Diego”
Él ríe.
Yo muero.