Su mamá llegó.
Yo sonreí sin razón.
Parece llevarse bien con su madre.
Dice que cenará.
Cuelgo.
No pasan si quiera cinco minutos, y nuevamente hablamos por teléfono.
Comienza a tocarme canciones con su guitarra.
Aquel sábado donde saldríamos ya pasó.
Prefiero no tocar el tema.
Aquellas canciones que toca me arrullan.
Mis ojos se cierran.
Siento como si durmiera, pero no lo estoy.
“Deneb” me llama con su voz tierna.
Yo abro mis ojos.
“¿Sí?”
“¿Estás quedándote dormida?”