La llamada se corta.
Maldigo a mí ser un montón de veces.
No ha sido mi culpa.
Mi celular vibra.
Un mensaje de él.
“Nunca le llamo a nadie, así que no lo volveré a hacer”
¿Qué?
“No te entiendo, ¿no me volverás a llamar?”
“No”
No sé cómo sentirme.
“Está bien”
Pero mi teléfono vuelve a sonar.
Es Diego.