Vuelvo a hablarle.
Su forma de tratarme no es la misma.
Siento un piquete de decepción en mi estómago.
¿Y que si yo fui la que se ilusionó?
¿De un día para otro ya nada es igual?
Seguimos hablando.
Nada como antes.
Lo extraño.
Mis ganas de saber de él se desvanecen.
Nunca hay respuesta.
No quiero arriesgarme.
Veo su nombre.
No hubo una próxima vez.
Desearía saber si a veces te preguntas por mí.
Que desastre.
Sigo esperando una llamada tuya que me alegre el día.