08 | APUESTAS Y MENTIRAS

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Dos horas más tarde, Lauren había perdido a Nancy entre la multitud después de que se fuera a bailar con Steve, y mientras deambulaba tratando de encontrar a alguien que conocía, chocó contra la última persona que esperaba ver.

—¿Jonathan? —jadeó Lauren, abrazándolo con entusiasmo—. ¡Dios mío, viniste!

—¿Estas borracha? —preguntó Jonathan.

—Sí.

—Dios, ¿cuánto has bebido? —preguntó Jonathan.

—Mucho —respondió Lauren—. Pero no me importa.

—¿Por qué? —preguntó Jonathan.

—Porque —dijo Lauren—, estoy cansada de ser la responsable. Amo a Connor hasta la muerte, pero he sido una madre para él y una hermana y estoy cansada de esa responsabilidad. No puedo vivir mi propia vida.

—Oye, ¿quieres que te lleve a casa? —preguntó Jonathan.

—No, Billy dijo que me llevaría —dijo Lauren.

—Deberías irte a casa —dijo Jonathan—. Mañana tendrás una resaca como el infierno.

Lauren puso los ojos en blanco—. Lo que digas, mamá. Iré a buscar a Billy.

—Muy bien, mantente a salvo —dijo Jonathan, teniendo que llamarla mientras se alejaba—. ¡Oye! ¿Me escuchaste?

—¡Sí, mamá! —gritó Lauren, mostrándole a Jonathan una sonrisa.

Caminando entre la multitud Lauren encontró a Billy afuera, sentado con Tommy y algunos otros chicos de espaldas a ella. Mientras se acercaba a ellos, escuchó su conversación y, aunque estaba borracha, todavía podía entenderlos.

—Tommy —dijo Billy—. Me debes veinte dólares.

—Amigo —rió Tommy, buscando en su bolsillo—. No puedo creer que hayas conseguido que la perdedora tenga una cita contigo.

—No fue tan difícil —dijo Billy, guardándose el dinero en efectivo—. Apuesto a que sería fácil meterse en su cama.

—Te daré cincuenta dólares si puedes hacerlo —rió Tommy—. Nunca ha tenido novio, así que no esperes mucho.

Billy rió.

—Ni siquiera es tan bonita —dijo Tommy—. Puedes conseguir a alguien mejor.

—Sí, pero lo fácil es fácil —dijo Billy—. Cincuenta dólares a que la llevo a mi casa esta noche.

Tommy luego vio a Lauren por encima del hombro de Billy—. Oh, mierda.

—¿En serio? —preguntó Lauren en voz baja, haciendo que Billy se volviera hacia ella—. ¿Hablas en serio?

—Hola —dijo Billy, poniéndose de pie.

Lauren dio un paso atrás—. No te acerques a mí, idiota.

—Vamos, era una broma —dijo Billy—. Déjame llevarte a casa.

—No —dijo Lauren, dando otro paso atrás—. No me hables. Espero que los veinte dólares hayan valido la pena.

Giró sobre sus talones y entró en la casa, tratando de no llorar mientras huía de la fiesta por la puerta principal. Dios, fue tan estúpida al pensar por un segundo que Billy estaría interesado en ella. En cambio, fue solo una estúpida apuesta entre los chicos populares, otra forma de burlarse de Lauren cuando ella no estaba allí. Escuchó a Billy gritar detrás de ella, llamándola por su nombre mientras la perseguía entre la multitud, pero lo ignoró y continuó caminando.

GOLDEN | Steve HarringtonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora