47 | DECIR ADIÓS

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Fue emotivo decir adiós.

Lauren abrazó a todos los miembros del Escuadrón, prometiendo mantenerse en contacto a través de la radio de El y asegurándoles que si alguna vez la necesitaban, estaría allí en un instante. Estos chicos eran una de las mejores cosas que salieron de la vida de Lauren, pero cuando soltó a Dustin y se volvió hacia Steve, recordó que lo mejor de su vida había llegado un poco más tarde que los demás.

Le sorprendió lo lejos que habían llegado desde que comenzaron la escuela secundaria, pasando de hablar todos los días a fingir que no existían, a luchar contra monstruos interdimensionales y enamorarse. Lauren sabía que el vínculo que compartía con Steve podía sobrevivir a cualquier cosa, y un poco de distancia no era nada comparado con el trauma que habían experimentado.

Se detuvo frente a Steve, quien le sonrió y le colocó el pelo detrás de la oreja—. Sabes que te llamaré todos los días, ¿verdad? Vas a querer apagar el teléfono.

Lauren se rió—. Yo también te llamaré todos los días.

Compartieron un beso, y Lauren saboreó la sensación de estar en los brazos de Steve mientras envolvía sus brazos alrededor de su cuello. Quería congelar este momento, allí mismo, y vivir en él para siempre.

—Te amo, ¿lo sabes? —susurró Steve.

Lauren asintió—. Lo sé, y yo también te amo.

—Te voy a extrañar —dijo Steve.

—Yo también —dijo Lauren en voz baja—. Deja de hacer esto tan difícil o no me iré.

Steve sonrió—. ¿Sería tan malo?

Lauren se rió, pero sus ojos se llenaron de lágrimas—. No digo que no, pero...

Steve la besó en la frente—. Estaremos bien. Esto no es como la secundaria. Esto es diferente.

—Es una pequeña distancia —dijo Lauren—. Todo estará bien.

Steve asintió—. Exacto.

Jonathan puso una mano sobre el hombro de Lauren—. Es hora.

Ella asintió y se volvió hacia Steve—. Te veré en acción de gracias, ¿de acuerdo?

—Sí —dijo Steve.

—Y cuida de Robin —dijo Lauren—. Ya le he dicho que te cuide.

Steve se rió—. Puedo cuidar de mí mismo.

—Sí, lo sé, y mira lo bien que te resultó en el pasado —dijo Lauren—. Así que Robin te vigilará por mí.

Con el corazón apesadumbrado, Lauren se apartó de Steve y vio cómo sus manos entrelazadas se deshacían. Se dirigió hacia su camioneta, donde Connor estaba esperando en el asiento del pasajero. El auto de Joyce estaba conectado a la parte trasera de la camioneta de mudanzas.

Cuando Lauren colocó su mano en la manija, escuchó a Steve gritar—: ¡Oye, Carter!

Se volvió y se encontró con los labios de Steve sobre los de ella una vez más, un último gesto de despedida antes de que él la dejara ir. Cuando se separaron, el labio de Lauren tembló.

—Te amo.

—Yo también te amo —dijo ella—. Y te veré pronto, ¿de acuerdo?

Steve le abrió la puerta de su camioneta y cuando ella estuvo adentro, cerró la puerta y se apoyó en la ventana—. Te veré pronto. Cuídate, Con.

—Adiós Steve —dijo Connor, sonriéndole—. Gracias por cuidar de mi hermana.

Steve sonrió—. Siempre —entonces su expresión se volvió triste—. Pero ahora es tu turno. Cuídala por mí, ¿de acuerdo?

Connor asintió—. Lo haré. Cuida de mis amigos.

—Lo haré.

Lauren encendió el motor de su camioneta y el rugido familiar la hizo cerrar los ojos por un momento, recordándole cómo ella y Hopper tenían que trabajar en el motor para mantenerlo funcionando. Abrió los ojos y vio a Joyce alejarse.

Se giró y miró a Steve, con una pequeña sonrisa en su rostro, lo vio dar un paso atrás y sonreír. Ella lo saludó con la mano y él le devolvió el saludo, y luego Lauren se alejó. Saludó a los chicos cuando pasaban y trató de fingir que no veía a Connor llorando en silencio mientras volvía la cabeza para mirar por la ventana.

Mientras se alejaban, Lauren se acercó y puso una mano sobre la rodilla de Connor—. ¿Estás bien?

Asintió y se secó la nariz con el dorso de la mano—. Sí, estoy bien.

—¿Estás seguro? —preguntó Lauren—. No espero que estés bien si no lo estás.

Connor suspiró—. No quiero irme, pero al mismo tiempo quiero hacerlo.

—Lo sé —dijo Lauren, mirando por su retrovisor para ver a Steve de pie con los chicos—. Pero volveremos. Este no es el fin.

Connor asintió—. Encontré algo de papá.

—¿Qué? —preguntó Lauren.

—Una carta —respondió Connor, buscando en su mochila.

—Estoy conduciendo, ¿puedes leerla? —preguntó Lauren.

Connor asintió y desdobló el papel—. Creo que lo escribió cuando tú y Steve empezaron a salir, porque por la forma en que habla es casi como si estuviera... no sé, preparándose para dejarte ir, ¿sabes?

—Sí, lo sé —dijo Lauren.

Connor empezó a leer—. Hay algo de lo que quería hablarte. Sé que es una charla difícil, pero me importas mucho más de lo que crees. Sé que te preocupas mucho por Steve. Por eso es importante que establezcamos límites en el futuro, para construir un ambiente... donde todos encontremos contención, confianza y franqueza para compartir nuestros sentimientos —Connor se detuvo—. ¿Alguna vez te leyó esto?

Lauren negó con la cabeza—. No, no lo hizo. Sigue leyendo.

Sentimientos. Cielos. La verdad es que, durante mucho tiempo, olvidé lo que eran. Viví encerrado en un lugar, en una cueva. Una cueva profunda y oscura. Y luego traje a estos dos niños a mi vida... y, por primera vez en mucho tiempo, empecé a sentir cosas de nuevo. Comencé a sentirme feliz al verlos crecer a ti y a tu hermano. Pero, últimamente, te siento distante. Como si te quisieras alejarte de mí. Extraño los juegos de mesa contigo, tu hermano y El, hacer torres de waffles al amanecer, y quedarnos dormidos viendo películas del oeste. Pero sé que estás creciendo. Creciendo. Cambiando. Y supongo que... para ser muy honesto, me asusta. No quiero que las cosas cambien.

Lauren lloró y cortó a Connor—. No, no, sigue.

Creo que por eso vine aquí —leyó Connor—. Para intentar detener ese cambio. Para volver el tiempo atrás. Para hacer que todo vuelva a ser como antes. Cuando me necesitabas más que a nadie y yo podía estar ahí para ti. Pero sé que eso es ingenuo. La vida no funciona así. Avanza. Avanza siempre, te guste o no. Y sí, a veces hay dolor. A veces hay tristeza. Y a veces hay sorpresas. Felicidad. ¿Sabes qué? Sigue creciendo, hija. Que yo no te detenga. Comete errores, aprende de ellos y cuando te toque sufrir, porque te tocará, recuerda el sufrimiento. Es bueno sufrir. Significa que saliste de la cueva. Pero, por favor, si no te molesta, por el bien de tu pobre padre, no hagas nada que yo no haría.

Lauren se rió mientras sollozaba y Connor terminaba de leer. Dobló el papel y se llevó las manos a la cabeza. Lauren le puso la mano en el hombro mientras pasaba junto al letrero que decía "Está abandonando Hawkins".

—Estaremos bien —le dijo Lauren con voz ronca—. Somos tú y yo, ¿sí?

—Tú y yo —dijo Connor—. Pero ya no estamos solos, Lauren.

Ella sonrió, mirando el auto de Jonathan a través de la ventana—. No, supongo que no.

—Pero eso es bueno —dijo Connor—. Significa que estamos creciendo.

—Sí —dijo Lauren—. Pero no crezcas demasiado rápido.

Connor sonrió y tomó la mano de su hermana—. Estaremos bien.

GOLDEN | Steve HarringtonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora