Capítulo 2

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La pregunta le hizo preguntarse quién era la chica de lindo flequillo.

Porque una mujer adulta vendío aquella casa y además era de mayor edad.

Hizo un esfuerzo por recordar el nombre y apellido de la mujer con la que hizo el negocio.

Pero solo recordó el nombre del dueño de los papeles y todo estaba al nombre del señor Marco Manoban.

Un hombre que sería el antiguo propietario, la señora que hizo los trámites lo describió como un hombre que iba vestido de manera inapropiada para su edad, demasiado desarreglado y que tenía una manera de mirar a las mujeres que solo podía calificar como una mirada inadecuada.

Frunció el ceño como la señora hablaba así del antiguo propietario. ¿Podía ser aquella diosa que estaba parada frente a ella la hija del propietario?

¿Qué edad podía tener? ¿Veintiún años? ¿Veintidós? Con una piel tan clara y suave, era difícil de saber.

Pero, si era la hija del dueño antiguo, tenía que saber que la casa iba a cambiar de propietaria. Que iba a ser suya, para ser precisas.

La hermosa chica alta seguía mirándola con cautela y Jennie se dio cuenta de que se le había escapado un mechón de cabello y caía sobre su mejilla.

Tal vez lo mejor fuese darse la media vuelta y volver en otro momento, pero, de repente, se dio cuenta de que no quería marcharse.

Se sintió inmersa en un cálido mundo tan distinto al suyo que sintió curiosidad por saber más, por descubrir sus inevitables defectos para poder marcharse de allí con su sonrisa intacta.

Se encogió de hombros.

-Pensé que no habría nadie en casa.

–¿Quieres decir que pensabas que la casa estaría vacía? –preguntó Lisa, dándose cuenta de que se le iba a estropear la masa si seguía descuidándola, y trabajándola un poco más antes de colocarla en el molde–. ¿Qué es... una criminal?

–¿Tengo pinta de criminal?

Lisa levantó la vista de la masa y pensó que no.

Dudaba que una criminal común fuese capaz de exhibir semejante seguridad, aunque parecía lo suficientemente ágil para cumplir con las exigencias físicas del trabajo.

Y le resultó demasiado fácil imaginársela vestida de licra negra.

–No va precisamente vestida de criminal. Supongo que se te estropearías ese traje tan caro si intentaras trepar por la fachada de la casa –comentó en tono sarcástico–. Y por si pensabas trepar por la fachada de esta casa en particular, te diré que puedes ahorrarte el esfuerzo.

No vas a encontrar en la casa nada de valor.

Lisa empezó a cubrir la masa con huevo batido, pensando que debía sentirse vulnerable, después de haberle dicho aquello a una desconocida, pero ya llevaba mucho tiempo sintiéndose vulnerable, y el extraño comportamiento de su madrastra no la estaba ayudando nada.

Su madrastra nunca había sido una mujer fácil, pero últimamente había decidido llevarse todos los objetos valiosos que tenía allí a su casa.

Lisa sabía que tenía derecho a hacerlo.

Podía hacer lo que le diese la gana porque había heredado absolutamente todo lo que había tenido su padre.

Todo su dinero y también aquella bonita casa, la Granja, absolutamente todo.

Lisa seguía muy dolida.

La muerte de su padre, nueve meses antes, justo después de celebrar su segunda boda con una madrastra que no la quería, había sido tan repentina e inesperada que Lisa todavía seguía con una entumecedora sensación de inseguridad.

Mientras lidiaba con su propio dolor e intentaba reconfortar a su hermana pequeña, había intentado convencerse de que seguro que su padre había pensado cambiar el testamento.

Ningún padre querría que sus dos hijas se quedasen sin ningún respaldo económico, ¿No?.

Pero lo cierto era que no había llegado a hacerlo......

Y todas sus propiedades habían ido a parar a manos de su joven esposa, que parecía haberse tomado su nuevo estado de viudedad alarmantemente bien.

Su madrastra se había llevado de su casa hasta el collar de perlas que había pertenecido a la madre de Lisa, que le había prometido que algún día sería suyo y que, probablemente, jamás volviese a ver.

¿Sería ese el motivo por el que su madrastra se lo había llevado todo de allí?

¿Pensaba que Lisa podía reclamar las cosas de su madre?

Lo peor era que eso habría resuelto algunos de sus problemas, ya que habría podido darle a su hermana la seguridad que se merecía.

Jennie se dio cuenta de que le había temblado la voz y se preguntó cuál sería la causa, pero su atención se vio distraída cuando la vio inclinarse a meter la tarta en el horno y sus ojos se clavaron en la seductora curva de su trasero.

Sus piernas desnudas parecían muy suaves y el vestido corto de algodón se le pegó a los muslos.

–No, no soy una criminal y no busco nada de valor –comentó con naturalidad.

Lisa se giró y se dio cuenta de que tenía la vista clavada en su trasero, y aunque sabía que no estaba bien, le gustó que una mujer tan linda la mirase con tanto interés.

Era agradable, sentirse deseada para variar, en vez de sentirse una persona invisible, que se pasaba el día luchando contra sus miedos al futuro.

–Entonces, ¿Qué está haciendo aquí?

–Por alguna extraña razón, se me ha borrado de la mente –respondió Jennie–. No me acuerdo.

Ambas se miraron a los ojos y Lisa no necesitó que se le acelerase el corazón para saber que estaban coqueteando.

Hace mucho tiempo que no lo hacía y le pareció... peligroso hacer eso.

Porque la sensualidad que emanaba de aquella mujer le traía demasiados recuerdos, y ningun recuerdo bueno...

Recuerdos de desconfianzas, desengaños de amor y almohadas mojadas de lágrimas.

–Pues intente recordar –le replicó Lisa–. Antes de que pierda la poca paciencia que me queda.

Jennie se preguntó qué decirle, porque no era ella quien debía darle la noticia de que era la nueva dueña de la casa, pero si trabajaba allí... Tal vez pudiese contratarla.

–Estaba buscando una casa para comprar –empezó Jennie.

Lisa la miró confundida.
–Pues esta no está en venta.

Jennie se sintió momentáneamente culpable.
–Ya lo veo –añadió–, pero, ya sabes, estaba dando una vuelta por la zona y siempre se encuentra las mejores cosas cuando no tienes prisa.

Ves un camino que te llama la atención por su belleza y te preguntas adónde llevará.

–¿Estás diciendo que te paseas por propiedades ajenas cuando piensas que están vacías? Ya sabía yo que no tramaba nada bueno.

Pero Jennie no la estaba escuchando.

Solo podía pensar en tocarle el hermoso cabello, en agarrarla por las generosas caderas y enterrar los labios en la esbelta columna de su cuello.

Se dijo a sí misma que debía marcharse y no volver hasta que no tuviese las llaves de la casa, pero la cocina era tan hogareña y aquella hermosa chica tenía un cuerpo increíble, que sintió una especie de nostalgia que aumentó el deseo que sentía por ella.

De repente, le resultó demasiado sencillo imaginársela sin nada...

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Gracias por leer ✨

Falso Honor (Adaptación Jenlisa G!P)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora