Jennie era la chica que la había ayudado en su peor momento.
Había visto algo en ella, algo bueno.
Tan bueno, que la gran Jennie Kim había querido convertirla en su esposa.
Y había conseguido que se sintiese segura.
En esos momentos, los nervios de la ceremonia habían pasado y Lisa debía concentrarse en todas las increíbles posibilidades del presente.
Se sintió agradecida con Jennie y sintió algo más.
Algo que llevaba en su interior y que era demasiado importante para contenerlo.
Algo que podía darle, con todo su corazón, si se atrevía a sacarlo de dentro.
–¿Jennie?
–¿Qué sucede?
–Que..... te quiero –susurró Lisa.
Hubo un silencio.
–Por supuesto –le dijo Jennie.
Y aunque era algo que le habían dicho muchas chicas en el pasado, a pesar de que siempre a ella le había parecido una frase vacía de significado, la declaración le gustó.
Porque Lisa era su esposa y debía quererla.
Lo mismo que ella, debia demostrarle a Lisa de todas las maneras posibles.
Lisa la estaba besando en el cuello cuando Jennie se dio cuenta de que no habían tocado el tema de usar algún anticonceptivo, aunque, por una vez, daba igual.
Era su esposa. No pasaba nada porque quedase embarazada.
Se colocó encima de Lisa y le dio un beso, colocó su erección sobre su vientre y se dio cuenta de que nunca había estado tan excitada.
–No quiero ponerme protección –le dijo con voz temblorosa Jennie–. Quiero sentirte. Solo a ti, Lisa. Quiero tener mi piel contra tu piel. Sin barreras. Sin ninguna barrera.
–De acuerdo –accedió Lisa, abrazándola por la espalda, besándola en el cuello, inhalando su dulce olor–. No te pongas nada. Solo... hazme el amor, Jennie. Por favor. Porque creo que voy a morirme de deseo.
Jennie se puso tensa un instante. No supo si era la pasión de sus palabras lo que la había sorprendido, o la asertividad con la que se había expresado su esposa.
No obstante, supo que debía agradecer que estuviese relajada, porque la tensión era enemiga del placer en una chica virgen.
Le acarició los pechos y luego se colocó entre sus muslos.
–Lisa –dijo Jennie, penetrándola mientras se miraban a los ojos y disfrutaba del calor y la suavidad de su cuerpo.
–Jennie –respondió Lisa en un susurro.
La vio cerrar los ojos, notó cómo temblaba mientras empezaba a moverse en su interior, primero despacio, pero cada vez más profundamente.
Nunca antes una chica le había parecido tan dulce y deliciosa, nunca ninguna la había excitado tanto.
–¿No te hago daño, verdad? –le preguntó Jennie.
Y Lisa abrió los ojos y notó que Jennie la estudiaba con su mirada felina, como si quisiese saber cuánto placer le estaba dando. ¿Cómo ella iba a hacerle daño? Todo lo contrario....
Nunca había sentido tanto placer antes.
Se echó a reír y la abrazó por el cuello al tiempo que se agarraba a su cintura con las piernas.
–¿Daño? –murmuró, empezando a mover las caderas con facilidad–. No, Jennie. Está siendo... increíble.
Jennie dudó un instante, pero el placer del roce con el cuerpo de Lisa pronto hizo que se le olvidase todo.
Era una tortura sentir tanto placer y tener que contenerse, porque había oído decir que las chicas que son vírgenes tardaban más tiempo en llegar al orgasmo. Y quería que su esposa disfrutara su primera vez en su noche de bodas.
Pero entonces se dio cuenta de que se estaba moviendo a su mismo ritmo.
De repente, la vio echar la cabeza hacia atrás y la oyó gemir con fuerza.
Esperó a que Lisa hubiese terminado del todo para dejarse llevar también y oyó su propio grito de placer con incredulidad.
Estaba tan inmersa en el placer que podía haberse limitado a cerrar los ojos y quedarse dormida, pero Lisa empezó a acariciarle los costados con las puntas de los pies con una erógena agilidad que hablaba por sí misma.
El clamoroso placer del orgasmo de Jennie empezó a desintegrarse.
Apoyó las manos en las caderas de Lisa y la movió ligeramente para poder mirarla a los ojos, pero fue cuidadosa y evitó acusarla.
Podía estar equivocada. Ojalá que estuviese equivocada.
–¿Te ha gustado? –le preguntó.–Sabes que sí –susurrando ella, deseando volver a estar encima de Jennie y besarla.
Hubo un breve silencio.
–Por un momento, me has hecho pensar que tenías... experiencia.Dijo la última palabra casi con naturalidad, pero Lisa no era tonta y se dio cuenta de lo que Jennie quería decir.
Se mordió el labio e intentó encontrar las palabras adecuadas, pero no fue capaz.
–¿La tienes, Lisa? –le preguntó Jennie–. ¿Tienes experiencia?
Hubo otro silencio.
–No mucha –admitió Lisa.
–¿No mucha? –repitió Jennie con incredulidad.
Por un momento, había pensado que estaba equivocada.
Que aquello era solo un error de comunicación entre las dos, pero la expresión de los ojos de Lisa la sacó de dudas.
Desnuda, sin la ropa recatada que daba de ella una imagen de inocencia, Jennie se dio cuenta de que estaba viendo por primera vez a la verdadera Lisa.
La piel que hasta entonces solo había visto cubierta por ropa era tan cremosa y deliciosa como había imaginado.
El cabello que tanto la había excitado estaba en esos momentos extendido sobre la almohada, tal y como había soñado, pero parecía burlarse de ella porque la imagen que Lisa representaba solo era una fantasía, y a Jennie se le encogió el corazón al darse cuenta de lo lasciva que parecía.
Pero ¿De qué se sorprendía? ¿Por qué había pensado que Lisa era distinta de todas las demás chicas con las que había estado, cuando resultaba que era exactamente igual?
Pensó en su propia madre, demasiado centrada en sus propios deseos como para tener tiempo para su hija, que la esperaba sola en la enorme y fría mansión.
Recordó los innumerables miedos que había tenido,despierta en la cama noche tras noche, preguntándose si volvería a casa sola o acompañada.
Y recordó a su ex, para la que los devaneos sexuales habían sido negociables.
¿Se había engañado con la aparente inocencia de Lisa?
Notó cómo se le aceleraba el corazón antes de hacer la pregunta.
Sabía que era una idiota, por querer aferrarse a un hilo de esperanza, pero ella tenía que preguntar.
–Entonces, ¿Eras virgen, Lisa? ¿O tu inocencia ha sido solo una farsa?.....
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Gracias por leer ✨
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Falso Honor (Adaptación Jenlisa G!P)
Fiksi PenggemarNo todo lo que reluce..... es oro Jennie Kim era una mujer fría y calculadora de negocios que reconocía una oportunidad en cuanto la veía, y Lalisa Manoban, con su dulce vulnerabilidad y antiguos valores, era una chica linda y tranquila sin duda la...