Capítulo 18

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La momentánea sorpresa de Jennie se vio eclipsada por una profunda satisfacción.

Timidez y deseo, ¿Acaso podía haber una combinación más perfecta?

–Oh, Lisa –murmuró Jennie–. Mi hermosa e inocente esposa, no sabes cuánto me haces feliz.

Ignorando su pequeño grito de protesta, la tomó de la mano y la guió al dormitorio.

–¿Puedes hacerme un favor? –le dijo Jennie, bajándole la cremallera del vestido dejándo que se caiga en el suelo.

–Lo que tú quieras –susurró Lisa.

Salió del vestido y se quedó delante de Jennie con el sujetador de encaje blanco, su ropa interior, las medias con encaje en la parte alta y el liguero.

Los tacones blancos la hacían parecer mucho más alta de lo normal y Jennie la miró con deseo.

–Suéltate más el cabello –le pidió de repente.

–¿Soltarme más el cabello?

–¿Sabes que me gusta tu cabello suelto? –le preguntó Jennie–. Y me parece bien que te lo sueltes esta noche.

Jennie tenía los ojos felinos brillantes y la miraba con admiración, como si todo aquello fuese nuevo para ella, y lo era.

Y Lisa se dio cuenta de qué era lo que hacía que el matrimonio fuese algo tan especial y profundo.

Jennie nunca había hecho aquello antes, ni ella tampoco.

Hacerle el amor a su esposa, unas palabras mágicas, pero, en esos momentos, Lisa se sentía como si volaría. Y así era como a Jennie le gustaba, ¿No?

Se llevó la mano a su cabello, se quitó la primera decoración de su peinado y la dejó en una mesa que tenía cerca mientras su cabello caía sobre su hombro.

Jennie contuvo la respiración mientras se quitaba todas las pequeñas flores, e iba liberándose todo su cabello.

Cuando Lisa terminó, tenía la garganta seca y desbordaba deseo.

Lisa parecía una diosa. La mujer más hermosa del mundo.

–¿Me prometes una cosa? –le pidió Jennie.

Lisa la miró a los ojos y sonrió.
–Ya sabes lo que opino de las promesas, Jennie.

–Sí, pero esta será muy fácil de cumplir. Prométeme que nunca te cortarás el cabello.

Lisa dudó un instante. Así dicho, era como si su larga cabellera fuese lo que la definía, y eso hizo que se sintiese un poco incómoda, pero Jennie la estaba mirando con tal apreciación que tuvo que asentir.

–De acuerdo, te lo prometo –le contestó.

– Te quiero, gracias–murmuró Jennie, acercándola y tomando su rostro con ambas manos para besarla.

La besó hasta que la oyó gemir, hasta que notó que se le doblaban las rodillas, y entonces la tomó en brazos y la tumbó en el centro de la cama, le quitó los zapatos y los tiró al suelo.

Por un momento, pensó en dejarla con la provocativa ropa interior.

Lo habría hecho si se hubiese tratado de cualquier otra chica, pero Lisa no era una más de su larga lista de amantes que siempre intentaban complacerla.

No necesitaba ver su cuerpo perfecto revestido de pequeñas prendas de seda y encaje, quería verla desnuda.

Sentirla desnuda.
Quería estar cerca de ella.

Porque aquella era su esposa.

Llevó la mano a su espalda y le desabrochó el sujetador, y dejó escapar un suspiro tembloroso cuando sus deliciosos pechos quedaron en libertad.

Jennie inclinó la cabeza y empezó a lamérselos con la lengua.

Luego metió los dedos por su ropa interior.

Fue incapaz de resistirse a acariciarle el clítoris y sonrió al notar cómo Lisa se estremecía de placer.

–Jennie –le dijo Lisa entre dientes, agarrándose con fuerza de su cuerpo.

Su pasión le gustó tanto como su cuerpo, pero se dio cuenta de que, aunque por fin la tenía desnuda a Lisa, en cambio ella seguía vestida.

Así que se apartó de la cama para quitarse la ropa.

–No te muevas –le ordenó Jennie–. Tengo que quitarme todo esto.

–No voy a marcharme a ninguna parte –susurró Lisa.

–Bien –respondió Jennie, quitándose su ropa con dedos temblorosos.

A Lisa se le aceleró el corazón al ver cómo Jennie se desnudaba y tiraba toda su ropa de marca encima de una silla cercana.

Pensó que aquel desorden era poco habitual en Jennie.

–¿No deberías colgarla tu ropa en vez de botarla? –le preguntó, nerviosa, al ver como las prendas caían al suelo.

Jennie se detuvo y la miró y se echó a reír. Después se siguió quitando apresuradamente el resto de ropa.

–¿Crees que en estos momentos soy capaz de hacer otra cosa que no sea esto...? –le preguntó Jennie, tumbándose a su lado en la cama y tomándola entre sus brazos.

Esto era un beso.

Un beso que pareció durar eternamente.

Que hizo que Lisa se sintiese aturdida, víctima de sus sentidos.

Jennie apartó los labios de los suyos y empezó a acariciarle los pechos.

Luego bajó la mano por su vientre plano y Lisa abrió los ojos y se dio cuenta de que la estaba observando.

–Oh, Jennie –susurró.

–¿Qué sucede ? –murmuró Jennie, bajando la mano hasta el interior de sus muslos.

–Jennie, yo.....

Jennie le acarició el clítoris y Lisa gimió de placer.

Notó cómo todas sus preocupaciones del pasado desaparecían.

Solo pudo ver ante ella un maravilloso futuro junto a la chica que amaría para toda la vida.

Y Jennie era la responsable.

Era Jennie Kim, quien le había cambiado la vida definitivamente.

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Gracias por leer ✨

Falso Honor (Adaptación Jenlisa G!P)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora