Capítulo 13

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Lisa se estaba lavando la cara con agua helada cuando oyó el timbre de la puerta.

Se quedó inmóvil y pensó en no responder, pero luego se dijo que seguro que era Nayeon.

Su jefa era la única persona que había ido a verla desde que se había mudado al apartamento.

Nadie más había estado allí, salvo su hermana y....

Contuvo una estúpida lágrima, se secó las manos y fue hacia la puerta.

No tenía sentido esconderse y aislarse todavía más.

Abrió la puerta y contuvo la respiración al ver quién estaba al otro lado.

Estaba con ropa informal con una blusa oscura y un pantalón negro que se le ceñían a las piernas y mostraban su esbelta figura.
–Tú, otra vez –susurró Lisa, con el corazón acelerado al recordar el beso con ella en el aparcamiento.

Durante unos segundos, había conseguido que volviese a sentirse amada con un dulce beso.

Y Lisa la había deseado, la había deseado tanto que todavía tenía aquel momento grabado en la mente.

–Yo, otra vez–dijo Jennie, frunciendo el ceño al ver que Lisa tenía los ojos rojos e hinchados.

–¿Quién te ha dejado entrar Kim?

–La otra camarera. Mina, creo que se llama, pero eso no importa. ¿Qué te ha pasado?

–Nada.

–Pues a mí no me parece que nada –respondió Jennie en tono de ironía–. Has estado llorando, Lisa.

–He estado llorando. ¿Y qué? ¿Tenía que haberte pedido permiso para hacerlo?

Jennie frunció el ceño al ver que sentía un deseo incontenible de protegerla.

Quería apretarla contra sus brazos y decirle que no llorara más, que ella iba a secar sus lágrimas y a arreglar todo en su vida.
–¿Puedo entrar? –le preguntó Jennie.

Lisa iba a decirle que no, pero se dio cuenta de que no era necesario, porque Jennie ya había entrado de todos modos.

Y era un error.
Un enorme error.

El apartamento le había resultado pequeño con su hermana allí el fin de semana, pero Jennie hacía que pareciese de juguete.

–¿Esto es todo? –inquirió Jennie con incredulidad.

Lisa pensaba lo mismo acerca del tamaño de su nueva casa, pero le molestó oír el comentario de Jennie, ya que se había pasado tres días enteros decorándola antes de que llegase Rosé.

Le había dado dos capas de pintura blanca para que pareciese más amplia.

Había colgado espejos por todas partes.

Y en el poco espacio que había disponible, había colocado varias macetas y algunas fotos de familia.

Hasta había comprado cojines para el sofá-cama nuevo.

Pero sus esfuerzos no habían tenido ningún resultado.

El apartamento seguía pareciendo igual de pequeño.

No obstante, Rosé no se había quejado. Y Lisa casi había deseado que lo hiciese.

Se le había roto el corazón al verla tan valiente con tan solo dieciséis años.

Le habían entrado ganas de llorar, de protestar contra un destino que le había robado gran parte de la niñez.

Y después de que Rosé se marchase otra vez al internado, había encontrado la carta arrugada que se le había caído de la mochila, y había sido entonces cuando se había puesto a llorar.

Falso Honor (Adaptación Jenlisa G!P)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora