Capítulo 24

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Después del momento de estar juntas, se quedó abrazada a Jennie, y solo la soltó cuando sintió sueño y apoyó la cabeza en la almohada.

Jennie se fue hacia el otro lado de la cama, lo más lejos posible de la dulce tentación de su cuerpo.

Últimamente lo hacía cada vez más.

Racionaba el tiempo que pasaba en  brazos de Lisa e intentaba convencerse de que tenía que volver a acostumbrarse a la soledad.

Porque su bella esposa pronto volvería a su antiguo hogar y la dejaría sola.......

Durmió mal, tuvo pesadillas, y cuando despertó vio que Lisa se había ido, lo mismo que en sus sueños.

Se quedó un momento tumbada, pensativa observando los primeros rayos de sol que bailaban en el cielo, y una horrible oscuridad invadió su alma.

Salió de la cama se duchó, se vistió y salió a la terraza, donde la encontró tomándose un café.

Lisa llevaba puesta una bata de seda de color claro, y nada más debajo.

–¿Qué tienes pensado hacer hoy Lisa? –le preguntó Jennie, mirándola con deseo.

Lisa la observó detenidamente. Tenía el cabello húmedo y la piel todavía brillante de la ducha. Irradiaba energía y vitalidad y, aunque parecía fría y profesional, no pudo evitar desearla.

También se sintió culpable, como le ocurría siempre que estaba con ella.

Recordó cómo Jennie se había comportado la noche anterior, entre sus brazos.

Cómo había dicho su nombre al llegar al clímax, como hacía siempre.

Era demasiado fácil cerrar su mente a las dudas cuando la tenía dentro.

Solo tenía que disfrutar de cada segundo con Jennie y después.....

–¿Te estás ruborizando, Lisa? –murmuró Jennie, alargando la mano hacia una de las tazas de café–. Vaya, hace mucho tiempo que no te ocurría.

–¿Acaso piensas que solo las chicas con el himen intacto tienen derecho a ruborizarse? –le replicó Lisa.

–Vaya, ¿No te parece que has sido un poco brusca con tus palabras?

–Cosa que a ti no te ocurre nunca, ¿No?

–Anoche no pareció importarte que fuera de esa manera.

–Supongo que nunca has tenido quejas en ese aspecto, Jennie.

Otra punzada de deseo la llevó al borde de la terraza, como si solo quisiera ver mejor el paisaje.

Eran unas vistas con las que había crecido y en esos momentos tenía la sensación de que estaban sutilmente alteradas, era como si toda su vida se hubiese visto alterada.

¿Cómo había podido pensar que aquella farsa sería fácil para ella?

¿Que podría utilizar a Lisa para que le diese placer e ir distanciándose de ella poco a poco?

Aunque lo había hecho porque era lo que quería, y la gran Jennie Kim siempre hacía lo que quería.

Había esperado que su ira se mantuviese constante y que su pasión disminuyese, como le ocurría siempre que una relación decaía.

El único problema era que las cosas no habían salido así, como pensaba que iban a suceder.

Tanto fuera como dentro de la cama, la seguía deseando tanto como siempre.

Eso la sorprendía. La estaba volviendo loca.

Se decía a sí misma una y otra vez que Lisa era una mentirosa que solo había querido asegurarse el futuro con su riqueza, pero todo eso se le olvidaba en un minuto y se sentía confundida.

No sabía qué tenía Lisa, para que quisiera perderse dentro de ella, era como si poseyese mágica que pudiese solucionar todos sus problemas. ¿La habría hechizado nada más entrar en su vida?

–¿Jennie?

–¿Qué? –le respondió, girándose a mirarla y posando la vista en la cascada de cabello que descansaba en su espalda.

Se preguntó si podría posponer la primera reunión del día y volver a llevársela a la cama.

–Me has preguntado qué voy a hacer hoy.

–¿Sí?

Lisa le dedicó una sonrisa tensa, pero se alegró de que Jennie estuviese un poco distraída, porque sabía que no le iba a gustar lo que iba a decirle.

–Había pensado ir a ver a tu madre.

Aquellas palabras le aclararon la mente de golpe.
–¿Para qué? –preguntó Jennie con el ceño fruncido.

–Porque es tu madre y yo, tu esposa.

–Pero entiende no eres mi esposa de verdad, ¿No, Lisa? Ambas lo sabemos.

–Ya, pero tu madre no lo sabe, ¿Verdad? Y, si quieres seguir manteniendo esta farsa, debería ir a verla.

En cualquier caso, me apetece hacerlo.

No puedo pasarme todos los días en casa escuchando clases de idiomas con los auriculares mientras tú sales a ganar otra fortuna.

Lisa la vio entrecerrar los ojos y supo que seguía divirtiéndole que quisiese aprender nuevos idiomas.

Ya habían discutido el tema y Lisa le había dicho que aprender un idioma nunca era perder el tiempo.

Al parecer, Jennie había pensado que iba a pasarse el día gastándose su dinero, pero Lisa no lo había hecho y eso la asombraba, nunca desde que se casaron le a pedido un solo dólar.

–A mi madre no se le da bien socializar –comentó Jennie–. Dudo que acceda a verte.

–Ya lo ha hecho.

–¿Que has dicho? –inquirió Jennie con incredulidad.

–La llamé por teléfono ayer y le dije que quería ir a verla, y me ha invitado a tomar café.

Jennie se sintió enfadada, aunque no supo por qué.

¿Tal vez porque Lisa no le había consultado antes de llamar a su madre?

¿O porque no quería que Lisa se reuniese con su madre con la que siempre había tenido una relación difícil?

–¿La has llamado a mis espaldas?

–Sí, Jennie, si es así como quieres ver lo que te digo. He cometido el horrible crimen de intentar ser educada, cosa que veo que no comprendes por ti misma.

–No hace falta que seas insolente.

–¿Qué pasa, que tienes tú misma el monopolio de la insolencia? –la retó Lisa con sus palabras.

Sus miradas se encontraron y, por un instante, Jennie estuvo a punto de sonreír, pero no lo hizo.

No entendía porqué Lisa quisiese iniciar una relación que no tenía ningún sentido con su madre.

–¿Puedo hacer algo para que cambies de idea? –le preguntó Jennie.

–No. A no ser que me encadenes y me encierres en casa, voy a tomar café con ella esta mañana.

–Pues que así sea –dijo Jennie– pero mi madre puede ser muy difícil, no me digas luego que no te lo advertí.

Lisa pensó en aquello mientras se vestía para ir a ver a su suegra.

Se cambió tres veces de ropa y terminó un poco cansada.

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Gracias por leer ✨

Falso Honor (Adaptación Jenlisa G!P)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora