6. Situación

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Mis ojos comenzaron a cristalizarse y las fuerzas comenzaban a abandonar mi cuerpo. ¿Cómo me había encontrado?, ¿qué hacía aquí? No sabía si correr hacia él o huir. Mis sentimientos estaban haciéndome pasar una mala jugada mientras que mi mirada no se podía apartar de él.

Lo amaba demasiado, incluso a pesar del engaño. Mi corazón sufría por su ausencia, sufría al verlo con ese semblante destruido que no hacía más que estrujarme el corazón; lo necesitaba. Ambos lo necesitábamos.

—Beatriz —dijo llegando hasta mí con la voz cansada— al fin la encuentro.

De cerca, pude notar con mayor claridad ese rostro afligido; su voz trémula me indicaba esas mismas ganas que tenía yo de llorar. Pero no podía flaquear ante él, debía ser más fuerte.

—¿Cómo supo donde estaba? —Lo confronté, fingiendo seguridad con mi forma de hablar.

Él bajó su rostro con lo que parecía ser pena y mirando al suelo me respondió —yo la vi en televisión hace un par de días, con ello supe que se encontraba en Cartagena. ¡Beatriz yo necesito hablar con usted!

—¿Qué es lo que busca? —No podía evitar tener estos sentimientos de odio e indiferencia; aunque contradictoriamente me doliera comportarme así con él.

—Beatriz, tiene que escucharme. Se lo suplico —Sus palabras sonaban dolorosamente honestas como para desconfiar de ellas.

Debía escucharlo, hablar con él y decirle que espero un hijo suyo, confesarle mis deseos de irme tan lejos como pueda y empezar mi vida de una manera diferente. Sin embargo tenía miedo por su reacción; porque a pesar de haber decidido criar a este bebé sola, aún guardaba la absurda esperanza de que decidiera hacerse responsable y hacer una vida juntos. Debía ser consciente de que eso nunca pasaría.

—¿Para qué doctor? Ya le devolví su empresa, ¿qué más quiere de mí?

—Su perdón Beatriz —hizo una pausa para tragar saliva— a mi no me importa la empresa, me importa usted, tiene que creerme por favor.

Decidí que escucharlo sería lo mejor, dejarlo librarse de lo que fuera e irme lejos —está bien doctor, pero no hablemos aquí.

Antes de irme con don Armando le informe a la recepcionista que si doña Catalina preguntaba por mi, le dijera que estaría en la playa y que volvería en un rato. Y así lo hicimos, don Armando y yo caminamos un buen tramo a la orilla del mar, estábamos en silencio mientras más nos alejabamos de la gente.

—Beatriz, se que no es fácil creer  nada de lo que voy a decir y que es difícil confiar en mí después de todo lo que le hice. Pero quiero que sepa que la amo y que estoy pagando por todo el mal que he hecho.

Buscaba la quietud en el suelo y la seguridad en mi habla, pero ninguna de ellas se dignaba en aparecer —¿por qué doctor? —dije con la voz trémula.

—Porque fui un imbécil Beatriz, un imbécil que se atrevió a desconfiar de usted y cometer bajezas contra la persona que más valoro en mi vida —confesó todo de golpe, con esa intensidad que tanto lo caracterizaba.

—¡Yo era incondicional doctor, yo me jugaba la vida por usted! —alcé la voz— yo le demostré en muchas ocasiones lo leal que era, y aún así se atrevió a desconfiar de mi.

—Eso yo lo sé Beatriz, créame que yo si confiaba en usted —Se escuchaba desesperado— pero me dejé guiar por Mario y sus intrigas, que terminé creyendo que usted y Nicolás Mora tenían algo. ¡Maldita sea, se que lo he hecho mal!

—¡Me destruyó doctor, pudo haber parado con este engaño pero prefirió seguir con esta farsa a pesar de escuchar mi historia con Miguel! —Trataba de contenerme lo más que mis fuerzas me lo permitían, pero solo estaba dejando hablar a mi dolor.

Betty la fea: One Shot Donde viven las historias. Descúbrelo ahora