El tiempo se esfuma en un abrir y cerrar de ojos, y en ocasiones nos cambia por completo. Todo se vuelve tan diferente, creces y al mirar atrás ya no eres el mismo.
Ya no más.
Beatriz despertaba esa mañana en casa de sus padres, había decidido visitarlos después de mucho tiempo. Se fue a Cartagena cambiando su Bogotá querida por esos amaneceres a la orilla del mar.
Pensó que era lo mejor para ella, sanar lejos del hombre al que tanto amo, y al que en secreto aún ama. Se dispuso a olvidarlo mediante el trabajo y largas caminatas a la orilla de la playa, pero no hacía más que mentirse a sí misma mientras se preguntaba con dolor punzante, ¿y si nunca me hubiera ido?, ¿y si lo hubiese perdonado esa noche?
Las preguntas lacerantes se esfumaban con la brisa fresca de las noches en Cartagena, y su almohada guardaba con recelo los llantos de culpa de Beatriz. Sin embargo, aunque Cartagena fuera una especie de baúl para los sentimientos de Beatriz por Armando; el regresar a Bogotá abriría de nuevo cada uno de eso viejos recuerdos que al final del día solo representaban amor.
De vuelta a esa mañana, Betty se preparaba para ir a comprar un par de cosas que necesitaba y había olvidado traer de su casa en Cartagena. Se quedaría unas semanas ya que su trabajo estaba tranquilo en los últimos días y las ganas de ver a su familia eran cada día más grandes.
Dos años habían pasado ya desde que vivía en Cartagena, y pese a que los visitaba algunos fines de semana o para ocasiones importantes; los extrañaba más de lo que esperaba. Al final de cuentas se encontraba sola viviendo en un lugar muy diferente al que creció y de donde no pensó salir jamás.
Ahora se encontraba en la plaza comercial recordando sus días en Bogotá, a sus amigas de Ecomoda, a Nicolás y por supuesto a Armando Mendoza. Aquel hombre que le robaba el sueño en Cartagena.
∆
Ese hombre que cambió tanto por ella, que padeció su abandono después de confesarle su amor esa noche en el bar. El que ahora se había propuesto cambiar por él, ser un mejor hombre y enmendar sus errores en la empresa que tanto cariño le guarda.
Esa mañana despertó con una extraña sensación en el pecho, como si de un presentimiento se tratara. Y entonces, como si la vida en ocasiones dejara de ser tan extraña, se encontró con la sorpresa de ver sus anteojos rotos en el suelo debajo de su cama. Así pues, con fastidio y esa sensación aun en el pecho condujo hasta la plaza comercial en busca de un sitio donde repararlos
Al salir, una melena pelinegra llamó su atención inmediatamente, ¿podría ser ella?, ¿sería posible que después de tanto tiempo ella estuviera aquí?
Pero esas preguntas se verían resueltas en la inmediatez de un ligero giro. Los mismos ojos grandes, la misma sonrisa; era su Betty de nuevo en Bogotá.
Ambos enmudecieron, estaban a escasos metros, pero sus pies parecían haberse clavado en el piso, los nervios estaban a mil como si fuera parte en un espejismo. Alguno de ellos debía ser quien diera ese primer paso a la realidad, para darse cuenta que no era ninguna ilusión.
— ¡Don Armando! —soltó ella caminando con prisa a él. Sentía estar en las nubes, lo que tanto soñó, a la persona que más deseaba ver.
— ¡Betty! —espetó acortando aún más la distancia entre ambos para recibir de la manera más grata ese deseoso abrazo que necesitaban desde el momento que cruzaron miradas.
Tanto tiempo sin sentirse tan cerca, sin sentir el rozar de su piel y oler el aroma que emanaba. ¿Qué había pasado en tanto tiempo?, ¿por qué alejarse cuando el sentimiento era tan real que sin importar el transcurrir de los años, volverían a verse con el mismo anhelo de siempre?
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Betty la fea: One Shot
FanfictionHistorias cortas y universos alternos de la novela Yo soy Betty, la fea.