8. La vez del cine

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No era una tarde de domingo cualquiera, según lo acordado tocaba día de visita para Armando y Betty, sin embargo en lugar de quedarse en casa de ella como lo hacían frecuentemente, esa tarde decidieron que sería una buena idea ver una película en el cine.

Había pasado algo de tiempo en el que alguno había pisado ese sitio,  que se sentían un poco ajenos; sin embargo la sola idea de compartir un momento fuera de casa era muy refrescante para ambos. Tras un par de indecisiones, escogieron Spider man a solicitud de Armando.

Un detalle tierno que ocultaba su novio, era su afición por los cómics y los superhéroes; en citas anteriores le había contado lo mucho que le gustaba leer historietas cuando era más joven, sin embargo era una afición que había dejado dormida cuando comenzaba a sentirse un “bicho raro” entre sus conocidos. No tenía miedo ni vergüenza ante su novia para contarle cómo desde su corta edad comenzó a ser guiado por la presión social hasta convertirse en el hombre que conoció en un principio; no obstante, Armando podía sentirse libre a lado de ella.
Eso era algo único y especial que tenía su relación, la confianza entre ambos era algo soberanamente preciado para ellos; podían sentirse seguros contando sus secretos más íntimos y siendo ellos mismos.

Pero algo había pasado entre medio, quizá la salida al cine hubiera sido un éxito sino fuera por los lloriqueos de un niño que inundaba la sala, apenas y podía escuchar lo que decía la película pero se mantuvieron ahí hasta que la función acabó. El entrecejo fruncido de Armando denotaba frustración al ver arruinada su película.
Beatriz y él iban tomados de las manos cuando salieron, y mientras él se disponía a mirar al frente con molestia; Beatriz no podía evitar sonreír al ver su rostro. No obstante  tampoco esperaba que su novio se diera cuenta de sus miradas burlonas.
—¿Qué pasa, por qué me miras así? —preguntó confundido.

—Miraba ese ceño fruncido tan divino que se le forma —respondió pasando la yema de su pulgar sobre su entrecejo.

Su expresión se relajó un poco al sentir el tacto de Beatriz, se sonrojo ligeramente y tomó de nuevo la mano de su novia —me molesta esa falta de educación, dime ¿a quién se le ocurre llevar a un niño pequeño a ver una película?

—Pero si no estuviera bien, no existirían las funciones para películas infantiles —espetó ella en defensa.

—Si mi amor, pero Spider man no es una película para niños tan pequeños, ¿un bebé que va a recordar de la película? —Su ceño fruncido volvió a aparecer mientras caminaban por el centro comercial.

—Te entiendo Armando, pero no puedes molestarte por eso, es que hasta  la pareja se disculpó —dijo Beatriz.

—Mi amor, eres increíblemente comprensible; pero lo que hicieron fue una falta de respeto hacia las demás personas, o dime, ¿no fue aunque sea un poco molesto para ti escuchar al bebé llorar la mayor parte de la película? —inquirió Armando.

Beatriz revoleó los ojos, sabía que Armando tenía razón —si también me sentí algo molesta, pero no puedo enojarme con un bebé —rió Betty, burlándose de lo que su novio decía.

Armando fue contagiado por su risa —mi amor, no hablo de enojarme con el bebé sino con sus irresponsables padres —espetó— prométeme que cuando tengamos hijos no haremos eso.

Beatriz se detuvo en seco antes de entrar al restaurante de comida rápida del centro comercial. —¿Qué dijiste? —preguntó muy sorprendida.

—Bueno… dije cuando tengamos hijos —El sonrojo se apoderó de sus mejillas; las palabras habían salido de su boca sin pensarlo mucho.

—¿Has pensado en ello? —preguntó mientras caminaban hacia una mesa.

—Tal vez, aunque no sé si tú quieras tenerlos —mencionó indagando en la duda que se había impregnado en sus cabezas.

Betty la fea: One Shot Donde viven las historias. Descúbrelo ahora