27. La noche en que nos conocimos

816 85 33
                                    

Al tratar de abrir los ojos estos quedaron encegados debido a la intensa luz blanca sobre ellos, luz que al rebotar con la blancura de mi alrededor hacían aturdir mi cabeza.

De pronto comencé a tener pequeños recuerdos de lo que había ocurrido. Beatriz y yo habíamos sufrido un accidente en la autopista cuando salíamos del cine; un auto estrellándose contra el nuestro era lo último que recordaba.

—Señor Mendoza, ¿Sabe en qué día estamos? —una distante voz femenina me hablaba.

—Solo recuerdo que tuve un accidente con mi esposa —Aun me costaba hablar, me sentía cansado y aún no me acostumbraba a la luz de lo que parecía ser un hospital— era nuestro aniversario, dieciséis de noviembre.

—Soy su enfermera señor Mendoza, hoy es diecisiete de noviembre. —Cuando mi vista se adaptó, logré ver su rostro que me miraba con aparente calma. — llamaré al doctor para que lo evalúe y podamos darle el alta.

—Enfermera, ¿Cómo está mi esposa? —pregunté antes que saliera.

—Se encuentra en observación, aún estamos esperando a que despierte. En un momento podrá verla.

Su respuesta lejos de tranquilizarme acrecentaba mis temores; necesitaba ver a mi Betty y confirmar por mi propia cuenta que se encontraba bien.

No me demoré en ir a verla en cuanto el médico me había dado el alta. Y entonces me quebré.

Su rostro tenía un par de golpes debido al choque, y aunque era esa misma cara de la que me había enamorado; esa escena de verla rodeada de aparatos médicos y el persistente sonido de la pantalla que marcaba sus latidos, me hacían estremecer.

—Mi Betty —susurré caminando hacia ella, tomé lugar en el pequeño banco a lado de su cama y alcancé su mano— aquí estoy.

Sus ojos se mantenían cerrados y ello me inquietaba de sobremanera, necesitaba oírla reír ante mis chistes tontos, imploraba al cielo ver si sonrisa encantadora cuando despertaba.

La necesitaba a ella, a quien me recordaba todo lo bello que la vida significaba.

No pude evitar recordar la noche en que nos conocimos; la lluvia caía suavemente sobre la acera de la calle y el frío comenzaba a congelarme las manos. Llegué a una cafetería cercana a mi apartamento de ese entonces, sin saber que ahí encontraría más que un café.

Tomé asiento cerca de la ventana, me gustaba la vista de la lluvia sobre la ciudad oscura, me hacía sentir que estaba en una película; veía la lluvia caer mientras pensaba en ello cuando la vi por primera vez. Vestía su uniforme verde oscuro y un delantal negro sobre su falda.

—Buenas noches mi nombre es Beatriz, ¿Qué le podemos ofrecer? —me sonrió de la manera más dulce que tan solo ese pequeño gesto logró que me pusiera nervioso.

Sonreí de vuelta y miré el menú que estaba en mi mesa —un espresso y un rol de canela están bien.

—Una muy buena elección, en un momento se los traigo.

Había algo en ella, tal vez si sonrisa o sus ojos almendrados que me cautivaron de tal manera que no quería dejar de verla. Después de un rato de espera saqué el libro que me había dispuesto a leer esa noche.

—Un americano y un rol de canela —dijo llamando mi atención.

—Muchas gracias —respondí cerrando el libro al tiempo que veía como colocaba los alimentos sobre la mesa.

—El amor en tiempos de cólera —leyó en voz alta— es uno de mis libros favoritos —agregó.

Instintivamente tomé el libro entre mis manos y después de darle una vista rápida, fijé la mirada en esos lindos ojos que me miraban apacibles. —De los míos también, es la cuarta vez que lo leo.

Betty la fea: One Shot Donde viven las historias. Descúbrelo ahora