En la brisa fresca de un amanecer brillante, en el pasar de las nubes en un cielo azul. Las aves emigran; la vida y el tiempo se van con ellas.
La juventud se ha ido con ese destello resplandeciente que la caracteriza, pero ha dejado a su cargo ese mismo anhelo de tiempos atrás, esa alegría desmedida y el candor de unas palabras suaves dichas al oído.
La vida no ha pasado en vano, cada detalle ha hecho un recuerdo inolvidable. Como la risa inocente de un niño, las tardes soleadas de un verano en familia; quizá sin muchos contratiempos pero con una plenitud que les llenaba el alma. Y ahí radicaba su felicidad, no solamente en las emociones intensas de la juventud, sino en la calma de un hogar repleto de amor y respeto, apreciando con detenimiento esos momentos simples pero significativos que la vida les otorgaba.
Y cuando el amor, el respeto y la admiración se unen para formar ese hogar cálido; hace los años más a menos y disfrutables, crea ese espacio único donde reposar miedos y preocupaciones, los hace descansar. De esa forma el pasar del tiempo sucede en otra dimensión, una hecha al molde de sus vidas.
Entonces es en medio de esa quietud que el amor prevalece, les otorga el calor de un abrazo en invierno
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Despertaron esa mañana de mayo con las sábanas envueltas a su alrededor; ese día en especial tendrían varias cosas por hacer antes de celebrar su 21 aniversario de matrimonio, sin embargo el cansancio los dominaba, dejando a sus cuerpos descansar tranquilamente en la fresca cama.
Beatriz fue la primera en despertar, estiró su cuerpo intentando no levantar a su marido; sintió la tensión de su cuerpo romperse y se puso de pie llegando hasta el baño. Se miró al espejo mientras sostenía su cabello en una coleta.
Un silencio bastante tranquilo se escuchaba por la casa, y apenas el cantar de un ave se escuchaba a las lejanías de la habitación. Armando despertó una vez que sintió vacío el otro lado de la cama, y siguiendo los pasos de su mujer se levantó hasta el baño.
—Buenos días —dijo con voz somnolienta, plantando un beso sobre la sien de su esposa.
—Buen día; no quise despertarte —respondió mientras tomaba el cepillo de dientes.
—Descuida, ya debía levantarme —atinó a responder.
— ¿Saldrás a correr? — preguntó Betty deteniendo su cepillado.
Armando y ella estaban frente al espejo mientras cepillaban sus dientes, de la misma forma que lo hacían cada mañana esos últimos 21 años de casados.
—Usaré a caminadora. Hoy no me quiero separar de ti —respondió terminando de retirar la sobrante de su boca.
Ella sonrió e hizo lo mismo —Lo bueno es que pensamos igual —respondió entre risas.
—Feliz aniversario mi vida —dijo tomándola de la cintura.
Ella se giró a verlo; su cabello estaba desecho en la parte de atrás por lo que coloco sus manos detrás de su nuca para peinarle los cabellos rebeldes con los dedos. Las arrugas alrededor de sus ojos se hacían más notorias al enchinarse en una sonrisa dulce; estaba cansado pero siempre tenía una sonrisa en los labios especialmente para ella.
En cambio Beatriz, se complacía de ver ese rostro por las mañanas, ver esas canas colarse entre su cabello oscuro y contemplar con devoción su sonrisa de dientes blancos.
—Feliz aniversario —respondió antes de darle un beso.
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Betty se encontraba practicando yoga en el patio de su casa; una práctica que llevaba realizando desde hace tiempo y que le ayudaba a despejar su mente del estrés. Estaba en su momento de meditación cuando algo llegó a su memoria.
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Betty la fea: One Shot
FanfictionHistorias cortas y universos alternos de la novela Yo soy Betty, la fea.