13. Lo que ella quiera

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¿En qué momento dejar de trabajar? se preguntaría el matrimonio Mendoza Pinzón mientras el estado de gestación de Betty aumentaba. No fue hasta el octavo mes que tuvieron su tan esperada afirmación. Beatriz ya no podía más, se cansaba cada vez más rápido y el sueño se apoderaba de ella en los lugares más insospechados, como la ocasión que se quedó plácidamente dormida en la sala de juntas después de una reunión. Ahora vagaba en casa mientras su marido se hacía cargo de todos los asuntos de la empresa. Los últimos días habían sido todo un torbellino de situaciones para ambos, mientras que Betty pasaba largas horas en su casa con las hormonas haciéndole jugarretas, la nueva colección estaba en proceso y Armando estaba rodeado de una pila de de pendientes que lo mantenían sumido todo el día, incluso al llegar a casa.

Una noche en casa, Armando se encontraba en el cuarto de estudio revisando un par de contratos mientras que Beatriz yacía en su cama viendo una película por televisión,  cuando la película fué a cortes comerciales, que un delicioso festín apareció en la pantalla llamando su atención, hamburguesa doble con queso y porqué no, unas papás fritas también, de pronto sintió unas ganas inusitadas de probarlo.

—¡Armandooooo!— Casi cantó su nombre.

Armando sonrió al escuchar su voz, su angelical voz, podría decir, dejó su lapicero y papeles sobre la mesa del estudio y salió hacia donde estaba su esposa.

Betty tenía una sonrisa de oreja a oreja, sus grandes ojos parecían tener un brillo maravilloso últimamente, sus mejillas sonrosadas y un poco más llenas de lo habitual.

—¿Que necesitas Mostris?— Sonrió y se acercó a ella, tomando sus manos entre las suyas.

—Bueno, me temo que... — Betty se tocó las manos nerviosa.— Camila y yo, tenemos antojo de una hamburguesa doble.— Betty rió aún más nerviosa por lo que acaba de pedir.

—Lo que ustedes quieran, amor.— Se inclinó y besó sus labios dulcemente.

Lo que ella quisiera, se dijo mientras tomaba las llaves del auto, que descansaban sobre la barra de la cocina, se montó en el auto durante unos veinte minutos aproximadamente hasta llegar a su destino, era una suerte que estuviera abierto con las 9:45 marcando en el reloj, después de todo estás hamburguesas dobles con queso habían sido un alboroto en la ciudad bogotana.

Pero era tal el alboroto, que una larga fila lo separaban del auto servicio. En primera instancia se sorprendió que la fila fuera de esa magnitud considerando la hora que dictaba el reloj, sin embargo intuía que tardaría más de lo esperado y eso significaba dos cosas; hacer esperar más a su esposa, lo cual no le agradaba mucho; y, que todo ello implicaba retrasar más su trabajo.

Mientras esperaba, solamente visualizaba la torre de contratos en la mesa del estudio, se venía planeando la junta de mañana. Trabajo, trabajo y más trabajo.

Necesitaba unas vacaciones, puesto que con la ausencia de Betty debía cumplir la función de presidente y vicepresidente, el trabajo se hacía más extenuante; todo ello implicaba estar más tiempo separado de su esposa. No obstante, intentaba hacer todo lo que fuera posible por compartir un rato con ella y hacer placentera su vida mientras él estuviera en casa; Armando se esmeraba en casa cuidando a Betty con la delicadeza que ella se merecía sin importarle cuán cansado hubiera llegado del trabajo.

Por otra parte, Betty estaba esperando a su marido mientras se distraía con el libro sobre maternidad que Catalina le había obsequiado unas semanas atrás. Lo había comenzado a leer unos días antes y justo cuando abrió la página donde se había quedado, resaltó ante sus ojos la tierna imagen de una mujer cargando a su bebé.
Sus ojos se cargaron de agua y una sonrisa nostálgica la impulsó a tocar su vientre con parsimonia; amaba estar así, Camila era su mejor compañía en las últimas semanas y lo que más anhelaba era tenerla por fin entre sus brazos.

Betty la fea: One Shot Donde viven las historias. Descúbrelo ahora