4. La del viejo armario

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Eran las ocho en punto cuando el matrimonio Mendoza-Pinzón regresaba a casa después de un día arduo de trabajo; ya habían transcurrido cinco meses de aquella noticia tan maravillosa. El embarazo de Beatriz ya comenzaba a ser más notorio, de la misma forma que el cansancio llegaba más pronto a ella.

Esa noche no fue una excepción; se arrastró hasta la sala de estar dejándose caer en el sillón. Armando la siguió hasta el sillón asegurándose que nada fuera a pasar; se había vuelto sobreprotector con Beatriz hasta ese punto.

—¿Estás bien? —preguntó pasando una mano sobre su vientre abultado.

—Si Armando, sólo que hoy terminé muy cansada —respondió acurrucandose en el sillón— tengo los pies muy hinchados

—Yo tengo una solución para ello —le sonrió antes de plantar un beso sobre su sien. Se quitó el saco que llevaba puesto y se hincó frente a ella.

—¿Qué vas a hacer? —Le cuestionó con intriga.

—Te voy a consentir un poco —le devolvió una sonrisa cálida al tiempo que le quitaba uno de sus zapatos.

Al dejar ambos pies descubiertos una corriente de aire y liberación le recorrió la planta de los pies, comenzó a frotarlos con delicadeza. Beatriz sonrió complacida por los mimos de su marido; ahora tan solo deseaba sentirse más cómoda con la ropa que traía puesta.

Un cambio considerablemente notorio, era sin dudas su vientre más prominente, un detalle tierno pero que sin dudas le traía dificultades a la hora de elegir su ropa de trabajo; sus sastres comenzaban a apretar demasiado y no podía sentirse especialmente cómoda con ropa que no fuera la que usaba para dormir.
—Amor —espetó Betty.

—Dime

—Me está agradando bastante tu masaje; pero me siento muy incomoda con esta ropa, ¿puedes esperar a que me cambie —Lo miró con ojos tiernos y suplicantes.

—Armando la miró desde abajo y acunó su vientre con ambas manos —claro que si mi vida; todo sea para que mis princesa se sientan bien —respondió dejando un casto beso sobre el vientre de ella.

—Gracias —sonrió ella.

—¿Quieres que prepare algo de comer? —preguntó ayudándola a pararse.

—Lo que sea está bien —Le dió un corto beso en los labios y se condujo hasta la bañera.

La vida matrimonial estaba llenándose cada día de nuevas y maravillosas experiencias; no obstante sabían que no era del todo fácil pero a pesar de ello estaban consiguiendo la armonía perfecta en su hogar. Cada unos se encargaba de una responsabilidad de la casa, sin embargo la noticia del embarazo cambió un par de planes; puesto que Armando se había vuelto más cauteloso y precavido con tal que su bebe naciera con bien, se encargaba de todo lo que requería el hogar, claro sin mencionar la gran ayuda que era la señora de la limpieza, por lo tanto Armando se encargaba de la comida y el mantenimiento de la limpieza.

En la cotidianidad eran realmente felices, explorando cada una de las facetas que ser padre requiere. Guardaron con celo el primer ultrasonido, así que decidieron grabar los latidos de su bebé y preservarlos como una melodía dulce que les reflejaba el más limpio y puro de los amores.
Se habían vuelto locos de la emoción cuando la doctora Becerra les había confirmado que tendrían una niña. Tanto así que se apresuraron a comprar cosas para ella y fue de esa manera tan pronta que la habitación de la pequeña ya iba tomando forma.

Esa noche, Beatriz salía de la ducha con la bata de baño puesta; se debatía en su habitación sobre cuál prenda debería usar, tocó con ambas manos su vientre abultado pensando en que ninguna de las prendas que colgaban de su armario le quedaban lo suficientemente cómodas. Beatriz era una mujer muy delgada y desde su cambio de imagen había optado por prendas más ceñidas a su figura sin pensar que tendría un bebé pronto, además, el trabajo de ecomoda le consumía el tiempo suficiente para salir a comprarse ropa nueva.

Betty la fea: One Shot Donde viven las historias. Descúbrelo ahora