16. Corre

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Caminaron algunos metros hasta toparse con una pequeña casa de madera, a su alrededor el pasto se asentaba y un jardín de flores creaba un camino hacia la puerta de la casa. Se veía encantadora a simple vista que parecía compaginar a la perfección con la mujer que habitaba el lugar.

—Hemos llegado —espetó la joven caminando con el hasta llegar a la puerta.

Al entrar a la casa se vio sumergido en un calor hogareño que jamás había experimentado; los tonos café del interior amenizaban creando una atmósfera cálida al hogar, a su izquierda se encontraba lo que parecía ser una mesa de comedor con dos platos sobre ella, y a su derecha una pequeña sala con dos sillones y un estante de libros —usted tiene una casa muy linda —comentó sosteniéndose de la pared mientras ella cerraba la puerta.

—Muchas gracias —respondió curvando sus labios en una apenada sonrisa— déjeme ayudarlo a sentarse y a curarle esa herida del brazo.

El príncipe asintió y fue llevado por la joven Beatriz a sentarse en uno de los sillones, se quejó al caer levemente —gracias por ser tan amable —espetó.

—No es nada, mi hermana siempre dice que debemos ayudar a quien lo necesite —dijo antes de marcharse hacía la cocina— entonces al encontrarlo en esas condiciones, no podía dejarlo y seguir mi camino —continuó regresando con un vaso lleno de agua.

—Bueno, me alegro entonces de qué me haya encontrado en el camino —respondió antes de beber el agua— ¿Puedo hacerle una pregunta?

—Adelante —contestó tomando asiento en el sillón desocupado.

— ¿Qué sabe acerca de la resistencia? —preguntó tratando de averiguar por qué la joven no lo reconocía.

—Bueno, muy poco en realidad —espetó— mi hermana es la que frecuenta más el pueblo mientras que yo me dedico a cuidar la casa. Pero dice que las cosas han ido empeorando, buscan al príncipe para matarlo y el líder de la resistencia se ha convertido en una especie de dictador o algo parecido.

De primera se sintió aliviado que Beatriz no supiera que él era a quien buscaban, pero se llevó a su vez gran sorpresa al darse cuenta de que su estado inconsciente había durado más de lo que creyó en un primer momento.

—Entonces, ¿hace cuántos días comenzó? —preguntó.

—Hace cuatro días —respondió de forma contundente.

Al recibir una respuesta, la puerta se abrió nuevamente y de inmediato Beatriz se puso de pie. El príncipe se tensó al ver la silueta oscura de una mujer sobre el marco de la puerta —¡Marcela, me alegro de que hayas vuelto! —exclamó Beatriz acercándose a la mujer.

Ella en cambio, se había quedado fija en su lugar puesto que no esperaba ver un hombre en la casa. Marcela era una mujer más grande que Beatriz, de cabellos castaños y facciones delineadas, era hermosa a pesar de su semblante repleto de confusión.

— ¿Qué hace este hombre aquí Beatriz Aurora? —preguntó una vez que tuvo a su hermana frente suyo.

—No te molestes conmigo, puedo aclarártelo —respondió con rapidez.

El príncipe aún observaba la escena en silencio, no sabía si lo correcto era intervenir y marcharse o intentar mantenerse con vida en esa pequeña casa en medio del bosque. Mientras él se debatía mentalmente, Beatriz Aurora y su hermana lo hacía a palabras en la cocina de la casa.

—Necesito una explicación Beatriz, y la necesito ya —sentenció mientras desempacaba la despensa que había comprado.

—Yo lo he encontrado en medio del bosque, mientras hacia mi caminata matutina; estaba tirado en suelo y parecía estar inconsciente, ¡No podía irme y dejarlo en ese estado! —espetó nuevamente— tú dices que siempre debemos ser amables y gentiles.

Betty la fea: One Shot Donde viven las historias. Descúbrelo ahora