14. El del beso

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Pero, ¿sería capaz de hacerlo? la sola idea le provocaba desagrado provocando un vacío en el estómago. Sin embargo, su cómplice en el plan le había dejado las cosas bien en claro; debían tener a Armando de su lado pase lo que pase.

Beatriz le tenía plena confianza, era su mano derecha e incluso su confidente, pero nada de eso bastaba para llevarla a sentir algo más allá que gratitud por él; aunque pensándolo bien, tampoco recordaba tener un sentimiento real por los otros hombres con los que había estado, ni Daniel se escapaba de ese vacío que sentía no poder llenar.

Armando había llegado a la empresa solicitando un puesto para el que estaba sobre calificado y el cual era mal visto que un hombre ejerciera. No obstante, logró ganarse su lugar gracias a la postura inflexible de Beatriz porque él tuviera el cargo como asistente; su prometido dejó que fuera él quien asumiera el cargo, a palabras suyas "no era el tipo de hombre para Beatriz". Porque tampoco era de su desconocimiento que su novia levantaba muchas miradas y que, entre tantas, ella solía corresponder unas cuantas.

— ¿Cómo se encuentra mi futura señora de Mendoza? —dijo Nicole entrando por la puerta de la sala de juntas.

Beatriz tan solo revoloteo los ojos y se removió en la silla del escritorio — ¡Ay, tan ridícula! —espetó.

—¡Bueno, pero no me reciba así! Debería estar más animada mi estimada doctora —dijo cínicamente— ya tengo el sitio a dónde lo llevara.

— ¿Sabe una cosa? —inquirió— yo no puedo hacer esto, ¡Es que no puedo!

Para Nicole era entendible su comportamiento, pero ya habían arriesgado demasiado la empresa y no podían ahora dejar que Armando y esa otra mujer tuvieran todo el poder sobre Ecomoda. Beatriz podía asegurar que su asistente haría todo lo que ella ordenara, no obstante, la situación era distinta con aquella mujer desconocida.

— ¿Prefiere dejar la empresa en manos de una desconocida? Usted misma escuchó la llamada del otro día, además fue usted la que oyó a viva voz de Bertha sobre el interés que tiene Armando por esa mujer —dijo Nicole tomando asiento frente a ella.

—¡Yo se eso!, pero entienda una cosa —exclamó Beatriz— la sola idea de tener que salir con él y ¿besarlo?...

Nicole asintió con la cabeza.

—¡No voy a poder! —exclamó Betty llevándose dejando caer su cabeza sobre el escritorio.

Pero mientras la doctora Pinzón se debatía en el dilema moral sobre llevar a cabo el plan o no; su asistente caminaba devuelta a presidencia con las copias que habían sido requeridas por su jefa.

—Aquí está lo que me ordenó doctora —dijo poniendo un primer pie en la oficina.

Esa pintoresca y famosa sonrisa cínica de Nicole recibía a Armando antes de marcharse nuevamente —¿entonces nos ponemos a trabajar ya?

Beatriz tan solo se había puesto de pie para alcanzar el mini bar que tenía a unos metros de distancia, asintió con la cabeza antes de responder —entre más pronto mejor —espetó en un volumen bajo de voz.

¿Cómo habían llegado hasta ese momento?, ¿en qué instante las deudas se hicieron impagables de tal suerte que se vieran en la penosa necesidad de no pagar nómina?

Eran preguntas que Beatriz se hacía entre cada trago de vodka que ingería en la sala de juntas. Abstraída totalmente de entono mientras divagaba en las deudas de la empresa y tener que besar a Armando esa noche.

El plan era fingir que había una cita de negocios de improvisto con un proveedor, Betty le diría a su asistente que la acompañara en la reunión ficticia donde claramente no se presentaría dicho proveedor. Y así lo llevaron a cabo, ambos habían llegado al restaurante; uno muy discreto pero que no parecía el típico lugar donde se llevaría una cena de negocios, y de ello puo darse cuenta Armando, quien lo cuestionó en voz audible para Betty.

Betty la fea: One Shot Donde viven las historias. Descúbrelo ahora