18. El del resfriado

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La noche había caído e la casa de la familia Mendoza-Pinzón cuando Armando y Beatriz ya se encontraban en casa después de un largo día de trabajo. Puesto que los días pasados recibieron la visita de Mr. Jonhson y seguido de ello se dedicaron a hacer los planes de negocios, no tuvieron tiempo suficiente para darse un merecido descanso.

Esa noche ambos trataban de dormir a su hija, quien hasta hace apenas unos días se había recuperado de un resfriado que mantuvo a sus padres bastante preocupados. La pequeña, tras una ronda de juegos y un biberón se logró quedar dormida en los brazos de su mamá.

—Por fin —susurró Armando, echándose en el sillón que habían colocado en la habitación de la niña— oye Betty, ¿no crees que está haciendo mucho frio? deberías tapar a la niña antes que se vuelva a enfermar.

Beatriz lo miró con extrañeza, el clima ese día y dentro de la casa no era para nada frio, aunque tampoco alcanzaba grandes temperaturas como para que su marido tuviera gotas de sudor cayendo por su frente — ¿Te sientes bien Armando? —preguntó recostando a su hija en la cuna.

—En perfectas condiciones mi amor —respondió e inmediatamente soltó un estornudo— eso no prueba nada —agregó poniéndose de pie, haciendo referencia a su reciente estornudo

—No es así Armando —Se acercó a él y colocó el dorso de su mano sobre su frente, la cual por cierto estaba demasiado caliente— ¡Estás ardiendo en fiebre Armando!

—Estoy bien Betty, no debes preocuparte —respingó alejándose de ella hacia la puerta del dormitorio, tambaleándose un poco.

—Por favor Armando, no seas terco —resopló su mujer caminando de nuevo a él. Lo tomó de ambos brazos y volvió a observarlo con detenimiento. No se había percatado de las ojeras que yacían debajo de sus ojos, movió sus manos hasta su rostro de mejillas rojas y lo observó con preocupación —debiste haberte contagiado por Camila —espetó con dulzura.

Armando miraba esos expresivos ojos cristalinos y su entrecejo fruncido que le decían cuan preocupado estaba por él que sintió la ternura desbordar por encima de los intensos escalofríos que comenzaba a sentir —solo necesito un baño y estaré bien —respondió tratando de no mortificar más a su esposa.

—Ni crea que voy a dejarlo solo Armando Mendoza —dijo tomándole el brazo para encaminarlo al baño.

— ¿Nos bañaremos juntos? —sonrió ladino— porque me encanta la idea —agregó.

Beatriz no pudo evitar reírse ante su comentario — ¡Armando! —exclamó entre risas— parece que estuvieras borracho en vez de estar ardiendo en fiebre.

— ¡Porque no estoy enfermo! —respondió antes de volver a estornudar— con un baño estaré mejor.

—Eso espero —dijo entre dientes, aproximándose cada vez más al baño.

Al dejar caer el agua helada por su cuerpo, pudo sentir como la temperatura de esta cambiaba al entrar en contacto con la piel de Armando, pasando de helada a caliente — ¿Cómo se siente? —preguntó consternada al verlo con los ojos cerrados debajo del chorro de agua.

Un ligero quejido salió de su boca antes de una profunda respiración —se siente bien —respondió abriendo lentamente los ojos y ver al fin la mirada de ojos cristalinos— voy a estar bien —sonrió al final.

—Lo sé —dijo ella en susurro— solo pienso en cómo no pude darme cuenta antes —Se reprochó acercándose al grifo del agua. La temperatura en Armando comenzaba a ser un poco más normal, por lo que Beatriz optó por cerrar la llave y dirigirse hasta la habitación; donde le ayudo a vestirse con ropa más cómoda y a recostarse en la cama.

Betty la fea: One Shot Donde viven las historias. Descúbrelo ahora