Sungmin estaba enfermo y solo. Una amistad adolescente podría convertirse en el amor que ha estado esperando, pero también en una enfermedad mortal para el corazón.
Pareja principal: KyuMin
Pareja secundaria: EunHae
Género: Fanfic, drama, romance, y...
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Desde que tenía memoria nunca estuvo solo. De pequeño, cuando sus padres descubrieron su enfermedad estuvieron siempre al pendiente de él. Era hijo único, por lo tanto, recibía todas las atenciones, asistió a clases privadas en su propia casa e ignoró al mundo desde entonces. Su familia lo sobreprotegía e inclusive estuvo lejos de la escuela hasta que cumplió los 15. Lee Sungmin no tenía amigos, sus padres temían que lo lastimaran y de ese modo terminara su vida.
Min tenía lo que se conoce más comúnmente como Síndrome de QT largo, el cual se derivaba de la arritmia que heredó al nacer, una enfermedad que ataca al corazón, por lo tanto era más propenso a un ataque cardiaco que el resto de la población. Un susto, una pérdida e incluso agitarse demasiado al correr podían ser fatales para su débil cuerpo. Sungmin había vivido aislado de la sociedad hasta que él mismo pidió una oportunidad a sus padres para permitirle estudiar en una escuela como todos los adolescentes.
Fue en esa época en la que ellos se conocieron.
—Sungmin, cariño, es momento de levantarse, hay que ir a la escuela —su mamá besó la frente del joven de cabello negro, se enredó entre las sábanas, abrió los ojos y le sonrió. Había dormido muy bien. Tuvo un sueño extraño, soñó que volaba y alguien iba a su lado, no lo recordaba con claridad, pero esa persona lo había llamado conejo.
Sonrió mientras caminaba hacia la ducha, era un sueño tonto pero divertido. En la escuela no tenía amigos, llevaba poco más de un mes asistiendo y lo único que había conseguido era el apodo cuatro ojos, sí, el raro cuatro ojos. Pero eso no era todo, también había ganado un par de golpes que bien lo habían llevado a sufrir una crisis del corazón. Min llevaba siempre consigo sus lentes, por lo que casi siempre escondía su buen rostro tras de ellos, la mayoría de los chicos superficiales no veían más allá de los lentes de montura cuadrada con grandes cristales gruesos.
Llegaba siempre en auto a la escuela, cuando el chofer lo dejó en la entrada, Minnie avanzó con una sonrisa hacia las instalaciones del plantel. Su bello gesto desapareció cuando vio a los abusadores de siempre mirándolo desde el otro extremo del pasillo. Les temía, pero ignoró sus miradas y avanzó a paso rápido entre la multitud de estudiantes para llegar a su clase. Fue una lástima no llegar, sintió que lo jalaban de la manga de su camiseta larga y lo llevaban lejos del resto, específicamente al cuarto del conserje, un sitio pequeño y oscuro donde ya había estado en otra ocasión similar.
—¿A dónde crees que vas, cuatro ojos? —dijo uno, el más alto de ellos—. Queremos saludarte antes de comenzar las clases, ¿no es así, chicos? —los otros dos asintieron.
—¿Nos extrañaste, bobo?
—Miren, consiguió lentes nuevos, son horribles como los otros que destrozamos ayer —dijo el tercero, quien parecía ser el más fuerte de los tres.
La respiración de Min comenzaba a acelerarse, no quería sufrir dolor tan temprano, el dolor en su pecho era más fuerte que los que ocasionaban ellos con sus puños. Sintió una punzada en el corazón, esto no estaba bien, tenía miedo, mucho miedo y no sabía qué hacer para calmarse. Trató de pensar en otra cosa e intentar tranquilizarse. Esto pasaba todos los días, pero Minnie no se quejaba, no decía nada a los maestros o a sus padres, porque si estos últimos se enteraban muy probablemente no le permitirían volver a la escuela y lo encerrarían de nuevo en casa. No, no quería seguir así, deseaba seguir asistiendo a pesar de los abusos.