Capítulo 28

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CAN

Cuando me jactaba de comprender a la perfección la mente femenina y las razones que guían su comportamiento era, obviamente, porque aún no conocía a Sanem.

Sus emociones se imprimen de tal manera en su semblante que te crees capaz de adivinar lo que piensa, pero que equivocado estás si crees que sus pensamientos se corresponden con sus acciones. Su manera de actuar es todo un enigma para mí, algo completamente impredecible; si al menos me diera una pista yo no estaría aquí, buscándole el sentido a cada uno de sus pasos.

Enterarme de que era virgen fue totalmente inesperado, pero en absoluto desalentador. Esa revelación la hizo, si es posible, aún más deseable para mí, una mujer hermosa y pura de la que definitivamente no era merecedor, y soy consciente de que lo correcto habría sido detenerme, pero tanta perfección entre mis brazos no hizo más que bloquear mi juicio y desbaratar poco a poco mi cordura.

Aunque, si hay que hallar culpables, en este caso somos dos, después de todo fue ella quien se empeñó en hacer trizas mi voluntad desde el primer momento, fue ella la culpable de que yo hiciera todo lo posible por acallar mi conciencia para sentirme digno de su cuerpo. Cada gemido de placer resonando en mis oídos me sirvió para desterrar de una vez por todas cualquier pizca de racionalidad que pudiera quedar en mi cabeza, dejando únicamente la necesidad de multiplicar ese sonido hasta convertirlo en la música de fondo que acompañara mi nombre entre sus labios.

Definitivamente una noche memorable, una de la que no cambiaría nada en absoluto, ni siquiera el tiempo que esperé para que sucediera. Juro que cada maldito segundo valió la pena cuando la vi desnuda en mi cama.

Quién diría que la chica que dominaba la pista de baile con sus movimientos terminaría haciéndome prisionero de su inusual encanto. Quién diría que yo, que solía creer que no había mujer en la Tierra capaz de mantener cautiva mi atención, ahora estaría dispuesto a someterme gustoso a la voluntad de una, por más noches junto a ella.

Por desgracia, ese momento fue tan perfecto como efímero. Después de una noche fantástica y alucinante, desperté solo en mi cama, sin ninguna explicación de por qué se marchó y con un millón de dudas carcomiéndome el cerebro, que no para de recrear esa noche buscando un error, algún indicio de que algo no estuvo bien.

El domingo en la mañana me fui a entrenar para despejar mi mente y funcionó, por un rato logré dejar de pensarla, pero luego recibí una llamada de Akif, preocupado por mi desánimo del sábado y mi negativa a encontrarnos en su bar, donde me esperaba con Metin. Volví a mentirle, diciéndole que tenía trabajo acumulado de la agencia que no podía esperar más por mi atención. De inmediato, la mención de ese asunto laboral generó un nuevo tema de conversación en el que, casi por casualidad, me enteré de que mientras yo me torturaba por su culpa, ella se divertía con otro hombre.

No sé que es lo que más me molesta, si la sensación de haber sido reemplazado o mi repentina incapacidad para hacerle lo mismo. ¡Maldita sea!

Para empeorar mi confusión, esta mañana cuando nos vimos me saludó como siempre, normal, como si nada hubiera pasado, incluso me dio una de esas sonrisas que me encantan, haciéndome creer que me preocupo en vano, aunque si ese fuera el caso, ¿por qué no contestó mis llamadas? Por más ganas que tenga de seguir las señales que me indican que todo está bien, no puedo descartar las que me gritan lo contrario.

Poniendo en pausa mi dilema personal, dirijo mi mirada a la puerta donde alguien llama. Es Güliz.

—Permiso. —Entra exhibiendo su habitual sonrisa de oreja a oreja y se acerca a mí, depositando una carpeta sobre mi escritorio.

—¿Qué es? —pregunto, echando un vistazo al contenido.

—Son los datos de la empresa con la que se va a reunir mañana. El gerente de marca llamó hoy para confirmar su asistencia.

—Ah, sí, perfecto. —Tengo un vago recuerdo de una conversación que tuve con Deren sobre ese tema la semana pasada, algo sobre lo exigente y competitivo que es el tipo—. Gracias, Güliz.

—Sr. Can, esperábamos verlo a usted también en el bar ya que sus amigos estaban allí, ¿por qué no fue?

Su comentario me deja un poco perplejo y descolocado, sobre todo por la naturalidad con la que lo expresa, como si fuéramos un par de amigos poniéndose al día. Luego, entiendo que ella también debió estar la noche del sábado en el bar y algo en mi cabeza hace clic, por lo que decido sacar provecho a la parlanchina Güliz.

—Tenía mucho trabajo, ¿tú estuviste? ¿qué tal? —Me levanto de mi silla para ir a sentarme en el sofá y le hago señas a ella para que me siga.

—¡Ni se imagina, Sr. Can! ¡la pasé sensacional! Fui con un grupo de acá de la agencia y otros amigos más.

—¿De aquí? ¿Quiénes? —Finjo estar sorprendido y continúo indagando para obtener la información que quiero.

—Estaba Ceycey y su novia, Ayhan; también Sanem que fue con dos amigos, y yo llevé a mi novio, así que ninguno se quedó sin pareja para bailar, afortunadamente.

—¿Ninguno? —pregunto extrañado, porque la cuenta, por donde la mire, no me cuadra.

—¿Mencioné a Osman? Es el cuñado de Ceycey, y fue la pareja de baile de Sanem.

—Mmm, ¿este Osman, es su novio? —Sé que no, sin embargo, nunca está de más corroborar... por si acaso.

—¿Osman? Nada que ver, él sale con otra chica, pero ella no pudo acompañarlo, creo que por esa razón él se tuvo que ir temprano.

—Entonces, Sanem se quedó sin pareja.

—Pues no. Más tarde un hombre muy guapo la invitó a bailar y eso hicieron el resto de la noche.

—¿Qué hombre? —Me altera que cuando creo tener todo claro, nazcan nuevas dudas.

—Eso si no lo sé. Se conocieron ahí, no tengo idea de quién es —responde, encogiéndose de hombros.

La incertidumbre se vuelve cada vez más agobiante y esta charla hace muy poco por esclarecer mis dudas, de hecho las empeora, no puedo evitar pensar que estaba mejor antes cuando lo de "muy guapo" no había sido mencionado, un pequeño detalle que no estoy muy seguro si debo agradecer o recriminar a mis amigos por omitir.

¿Cómo hago para controlar mi impaciencia? Quiero y necesito hablar con Sanem, pero, como si lo hicieran a propósito, hoy nadie parece dispuesto a dejarnos solos.

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