CAN
Espero unos segundos, convencido de que lo que acabo de escuchar es producto de mi imaginación; Después de todo, no sería la primera vez que fantaseo con algo así en estas últimas semanas. El deseo y la necesidad deben estarme pasando factura, una muy alta por lo visto.
Sanem mantiene una posición estática en la cama, con los ojos muy abiertos fijos en mí y las manos juntas en el regazo. Me da la sensación de estar siendo observado por una niña asustada.
Comienzo a acercarme a ella con sigilo, librando una batalla en mi interior por decidir a qué parte de mí hacerle caso: a la que espera una clarificación o a la que me implora que no pierda más tiempo y acabe con esta tortura voluntaria de reprimir mis necesidades carnales, tomando sin más demora lo que tanto deseo.
—¡No puede ser! —chilla de repente cuando estoy a punto de sentarme a su lado—. Dime que no lo dije en voz alta. Dime que lo soñé. —Agarra la sábana con la que estaba arropada y se cubre el rostro. Como una niña.
Me río, y quisiera decir que es una risa moderada, pero no, es una risa estruendosa, fuerte, sin disimulo. Abrazo el bulto que es Sanem y me tumbo con ella en la cama, destapándole la cara.
—En psicología le llaman acto fallido a eso que tú acabas de hacer —le explico, ya más serenado después de superar mi ataque de risa—. Es decir, te traicionó el inconsciente, cariño mío.
—¡Qué vergüenza! No quería decir eso. Lo juro —farfulla mortificada.
—Ah, ¿no? —Incorporo la cabeza y me quedo mirándola—. Entonces, ¿no quieres que te haga el amor?
Como ella se limita a devolverme la mirada sin decir nada, hago ademán de levantarme, pero antes de que pueda poner un pie en el piso sujeta mi brazo con fuerza para detenerme.
—O sea, tú... ¿tú quieres... que lo hagamos? —pregunta vacilante, sentándose en la cama con actitud expectante.
—Bueno, es una propuesta bastante seductora..., difícil de rechazar —respondo, sacándome los zapatos y los calcetines.
—¡No es ninguna propuesta, Can! —La indignación que muestra su expresión es desmentida por una risa inoportuna que ella se esfuerza por reprimir apretando los labios.
—Pues, a mí me sonó como una.
Me pongo de pie frente a la cama y desabotono mi camisa con picardía, saboreando la reacción de Sanem a esa acción; la dejo caer al piso y continúo con mis jeans. Su pecho sube y baja en un ritmo irregular mientras me observa bajar el cierre, pero de un momento a otro desvía la mirada como si quisiera darme cierta privacidad, una que claramente no quiero ni necesito. Vuelvo a la cama conservando solo mis bóxers. Me acuesto con la cabeza apoyada en la almohada y le hago una seña para que se acueste a mi lado.
—Eh... voy —musita.
Se arrodilla en el colchón. Con la mirada baja, lleva sus manos a sus hombros para remover de ellos los tirantes de su vestido. Puedo notar su nerviosismo en el ligero pero perceptible temblor de sus dedos; aún así, guía y acompaña los finos tirantes a lo largo de sus brazos, obsequiándome a cada paso con la bonita vista de su pecho envuelto en un sostén strapless. El vestido pasa por su cintura, llega a sus caderas exponiendo ante mis ojos codiciosos esa pequeña prenda que oculta el mismísimo edén y baja por sus muslos, donde el breve recorrido encuentra su destino. La tela vaporosa se asienta alrededor de sus rodillas y ella termina de sacarlo sentándose en la cama.
—¿Estás tratando de seducirme? —Humedezco mis labios repentinamente secos y levanto las cejas, asombrado por su osadía y completamente fascinado por su belleza.
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Hasta que llegaste tú
FanficEsta historia está inspirada en la serie turca Erkenci Kuş y sus protagonistas; he tomado algunos de los personajes y sus roles en la novela para crearla, por lo que puede guardar cierta similitud con la trama que vimos en pantalla. ______ Can y San...