SANEM
—No necesito que nadie me lo diga cuando toda tu gestualidad me lo expresa a gritos.
Odio que mi actitud revele de esa manera mis emociones, ofreciéndoselas en bandeja de plata. No quiero que tenga el poder de leerlas tan fácilmente, me hace vulnerable ante él.
Pero lo cierto es que soy vulnerable, más aún cuando lo tengo así de cerca, y ahora mismo, más que querer, necesito un beso de su boca...
Un golpe en la puerta nos sobresalta haciendo que el Sr. Can, afloje su agarre en mi cintura y con un gran pesar abandono sus brazos para poner distancia entre los dos.
—¡Can!
La mujer que entra en la oficina, camina hasta él con desmedida efusividad y le planta un sonoro beso en cada mejilla, no de esos que se dan dos conocidos al encontrarse, donde los labios no tienen realmente contacto con la piel, no, en este caso es todo lo contrario. Demasiado íntimo para mi gusto.
—Ceyda, ¿qué estás haciendo aquí? —pregunta el Sr. Can, un poco desconcertado después de haber sido besuqueado por la mujer de los rulos.
—¿Así me saludas después de tanto tiempo? —le recrimina ella y le da un golpecito en el pecho, aprovechando la oportunidad para dejar su mano ahí, sobre su corazón.
Una de mis cejas se levanta en señal de disgusto por su atrevimiento.
—No, claro que no, discúlpame. Solo estoy sorprendido, no te esperaba por aquí. Por cierto, ¿cómo está tu papá?
—Está bien, cariño, pero no vine a hablar de él —dice, jugando ahora con los collares que cuelgan del cuello de él. Sin duda alguna, no conoce límites esta mujer—. Sé que estás muy ocupado siempre, pero decidí pasar a saludar, así que, ¿te parece si vamos a comer? Conozco un restaurante buenísimo, no muy lejos de aquí, donde podremos conversar más tranquilos.
Por lo general, me considero una persona pacífica, pero cuando me mira de refilón al decir esto último, recalcando que soy yo quién estorba, me entran unas ganas terribles de arrancarle uno a uno los rizos de la cabeza.
—Claro, me parece un buen plan.
¿Escuché bien? ¿Dijo que le parecía un buen plan? Un buen plan sería matarlos a los dos a sangre fría.
La apacibilidad que refleja mi exterior no concuerda con mi turbado estado de ánimo. Me cuesta creer que haya aceptado la invitación después de que estuvimos a nada de besarnos, pero desde luego, el personaje es Can Divit, por lo tanto ese comportamiento es normal.
Invisible. Eso soy en este momento. La situación es humillante. Necesito alejarme de aquí, con la poca dignidad que me queda.
—Permiso, me retiro —anuncio.
—Vale —me responde como si nada.
¿Vale?
¡Ay, quiero gritar!
Por favor, que no abra más la boca para decir otra idiotez porque no respondo de mis actos.
______—¿Qué tal este diseño?
Ceycey me muestra una camisa colocándola contra su torso.
—Muy extravagante. —Mi cara se arruga en una muestra de desagrado—. No me gusta.
—¿Y este? —Expone otra... idéntica.
—No veo la diferencia.
Escoge meticulosamente otra camisa y sonríe satisfecho por su elección.
ESTÁS LEYENDO
Hasta que llegaste tú
Fiksi PenggemarEsta historia está inspirada en la serie turca Erkenci Kuş y sus protagonistas; he tomado algunos de los personajes y sus roles en la novela para crearla, por lo que puede guardar cierta similitud con la trama que vimos en pantalla. ______ Can y San...