Capítulo 33

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SANEM

¡¿TE AMO?! 

Pero ¡¿en qué estaba pensando?! 

Tienes que controlar tus impulsos. Una no puede andar soltando por ahí todo lo que siente, Sanem. No, no. No todos lo valorarán. 

¡Ahhhh! Qué frustración cargo. Me quiero ir a mi casa y llorar... llorar mucho.

Aprovecho su ausencia para recoger del suelo mi vestido, ya no me siento cómoda estando sin ropa a su lado. Busco alrededor de la cama y debajo de esta. Pero no logro encontrarlo. No lo entiendo, ¿dónde pudo haber caído? Mi ropa interior tampoco está...

El muy atrevido... ¿En qué momento escondió mis cosas? No lo puedo creer.

Muevo mi cabeza con desaprobación mientras recojo su camisa y me la coloco. Tengo muchas ganas de reclamarle. Pero en el fondo también me dan ganas de reír; es una actitud bastante infantil. Y tierna, viniendo de un hombre como él.

Antes de volver a acostarme, sabiendo que es lo único que puedo hacer en estas condiciones, decido apagar las velas. Esta noche ya no tiene nada de romántica.

Si hay algo peor que declararle tu amor al hombre que amas y no recibir la respuesta que esperas, es estar desnuda en su cama después de la media noche sin muchas posibilidades de huir. 

¡TONTA! ¡TONTA! ¡MIL VECES TONTA!

¿Qué hago ahora? ¿Actúo normal y hago como que nada pasó? Creo que sería lo más sensato. Complicar aún más las cosas en nuestra primera noche como novios le terminaría de arrancar todo lo lindo a este día especial. 

¡Oh por Dios, somos novios! ¡Can Divit es mi novio!

Suspiro. No sé qué debo hacer. Estoy muy confundida, las estúpidas mariposas en mi panza aletean tan fuerte que enturbian mis pensamientos. 

Me acuesto de lado, dándole la espalda al sitio vacío en su cama. El baño también se encuentra en esa dirección, así que me enfoco en los ruidos que hace para saber cuando está por volver. Después de muchos esfuerzos por intentar pensar con claridad, he decidido que lo mejor es hacerme la dormida, y eso es lo que me propongo hacer ahora mismo. Cierro los ojos con fuerza, deseando que el sueño venga por mí y yo no tenga que fingir. 

Un minuto más tarde, sigo despierta y ya no escucho el agua caer, por lo que intuyo que Can pronto estará de regreso. Y en efecto, lo próximo que oigo es la puerta del baño abrirse; la luz proveniente de allí alumbra parcialmente la habitación por unos largos segundos. No sé qué está haciendo, no hay pasos ni ningún otro ruido que me revele algo. El único sonido que captan mis oídos es el de mi corazón que late repentinamente rápido. 

A veces no puedo evitar odiarte, Can Divit, a ti y a los ridículos efectos que causas en mí.

Mantengo los ojos cerrados, pero noto cuando apaga la luz. Cierra la puerta del baño y, silencioso, camina hasta la cama. Levanta el edredón que me cubre y se acuesta a mi lado, tan cerca de mí como le es posible, a pesar de todo el espacio disponible. Rápidamente me envuelve un calor placentero y acogedor. El frío del aire acondicionado no puede contra su temperatura corporal. 

Sus dedos largos y hábiles acarician mi cabello tiernamente, y con delicadeza lo van apartando de mi cuello hasta que queda libre para que sus labios puedan jugar sobre mi piel. Sus besos erizan todo mi cuerpo y comienzan a derretirme a una velocidad alarmante. Procuro no moverme, aunque sé muy bien que la reacción de mi piel y mi respiración no lo engañan. Él sabe que estoy despierta. Muy despierta.

Me está torturando lentamente y el muy desgraciado disfruta el proceso de hacerme sufrir. No tengo dudas. Sus labios viajan por mi cuello y mi nuca, y van hacia mi hombro. Dejan besos por sobre la tela de su camisa mientras su mano juguetona se cuela por debajo de la misma para acariciar mi espalda.

Hasta que llegaste tú Donde viven las historias. Descúbrelo ahora