Capítulo 1

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SANEM

Me estoy divirtiendo como nunca, no he parado de bailar desde que llegamos al lugar. Ya llevo unos cuantos tragos encima y me siento un poco desinhibida, aunque la verdad no es que me hicieran falta para moverme al ritmo de la música, me gusta bailar y no se me da nada mal.

—No vayas a voltear ahora —me dice Saadet al oído para que pueda escucharla por sobre la música tan alta del local—, pero atrás, a tu derecha, hay unos bombones, y el de camisa negra no ha apartado la mirada de ti desde hace un buen rato. —Mi amiga me guiña un ojo y en su cara se expande una gran sonrisa pícara mientras sigue bailando delante de mí.

—¿Qué son esas caras? —pregunta Rutkay, que se une nuevamente al exclusivo círculo de baile que formamos los tres entre todas las personas que bailan en medio de la pista del bar donde estamos— ¿de qué me perdí? —inquiere expectante, entregándonos los cócteles que había ido a buscar.

Hacía mucho que no salía a divertirme con mis amigos y ya lo necesitaba. Saadet, Rutkay y yo somos inseparables, aunque suene a cliché, juntos somos como los tres mosqueteros.

Le transmito a Rutkay, el mensaje que me dio Saadet, tal y como ella lo hizo conmigo hace unos instantes. Los dos están bailando enfrente de mí, por lo que tienen vista a la barra donde se encuentra el motivo de nuestro nuevo tema de conversación.

—Pues tiene razón, no aparta la mirada y el objetivo eres tú cariño, y sí, está para comérselo entero. —Se muerde el labio para enfatizar sus palabras.

Rutkay me toma de la mano y me hala en un paso de baile, girandome hasta intercambiar lugares.

Espío disimuladamente en la dirección que me han indicado y me siento aliviada al ver que ninguno de los tres hombres nos mira. Están conversando, dos de ellos sentados con tragos en sus manos y el tercero parado del otro lado de la barra, aunque, a diferencia del resto de los bármanes, no viste uniforme, por lo que me imagino que será el dueño o algún socio del lugar.

Alguno debió haber contado un chiste porque se ríen a carcajadas, así que provecho la oportunidad para observarlos bien. El que supuse que sería el propietario del bar luce mayor en comparación a los otros; el de camisa negra definitivamente es el más guapo, se ve enorme y musculoso, sin duda alguna debe pasar mucho tiempo en el gimnasio. Tiene el cabello corto en un estilo moderno y su rostro lo adorna una barba bien poblada. Algo en sus maneras deja en claro que son de una clase social superior a la nuestra.

—Pues es obvio que no me miraba a mí —digo, alzando la voz lo suficiente para que me escuchen los dos y ruedo mis ojos a la vez.

—¿Estás segura? —me responde Saadet, levantando ligeramente el mentón para indicarme que vuelva a fijarme.

Cuando lo hago, me topo con un par de ojos que me observan detenidamente. Una sonrisa de medio lado aparece en su cara cuando lo veo, se lleva el vaso a los labios para dar un sorbo a su bebida sin desviar su mirada de mí e, inmediatamente, se me eriza toda la piel y me hierven las mejillas.

En este momento no puedo más que agradecer por el juego de luces de colores que llenan el lugar y camuflan mi rubor.

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