Capítulo 31

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CAN

Me empino el vaso de whisky en la soledad de mi apartamento, depositando toda mi esperanza de conseguir amainar la extraña sensación brotando por cada poro de mi cuerpo en este único trago que pienso permitirme, por ahora.

Dejo el vaso en el fregadero y, con una meticulosidad no muy propia de mí cuando de asuntos como este se trata, vuelvo a recorrer el lugar, asegurándome de que todo esté en perfecto orden, tal y como lo planeé.

Si esto no le parece lo suficientemente romántico, entonces no sé qué podría ella considerar digno de serlo. Todos los elementos necesarios para crear el ambiente más romántico que pueda existir dicen presente en el interior de mi hogar. Las velas de agradables aromas que dispuse en sitios estratégicos sirven de apoyo a la iluminación artificial de las lámparas, que alumbran los espacios con su luz tenue; por supuesto, la chimenea también está encendida y hay pétalos de rosas esparcidos sobre la mesa y sobre mi cama, porque si todo sale bien, allí es donde espero que terminemos esta noche.

No puedo evitar reírme de mí mismo por las ridiculeces que estoy haciendo, y todo por la manía que tienen las mujeres de complicar hasta las cosas más sencillas. Si yo le gusto como ella me gusta, ¿por qué no simplemente nos dejamos llevar y ya, sin tanto rollo y sin tanto drama?

Está bien, admito que declararla mi novia sin preguntarle primero no fue mi mejor jugada. Pero en ese momento no pude pensar en otra forma igual de efectiva para dejarle claro a ese idiota de Kiral que Sanem no era una opción para él. Ni para ningún otro.

Ahora, molestarse al punto de no dirigirme la palabra por poco más de una semana fue una medida drástica y exagerada para hacerme pagar mi arrebato, y sí, puede que Sanem tuviera razón en clasificarlo de "poco considerado y para nada romántico", pero no deja de parecerme un comportamiento bastante absurdo, tan absurdo como todo lo que he tenido que hacer para revertir esa situación. Todavía me cuesta reconocer a este hombre que compra cajas de bombones con forma de corazón y ruega por perdón... o peor aún, que está dispuesto a seguir adelante con esta locura.

De vez en cuando me agobia el pensamiento de estarme equivocando al meterme en este lío; de que en realidad no sirvo para esto de tener una relación. A lo mejor deba replantearme todo de nuevo, bucar otra manera, qué sé yo, proponerle una forma de estar juntos sin necesidad de amarrarnos con odiosas etiquetas.

¿Pero cuál?

¿Y con qué tiempo?

El timbre que me avisa de su llegada me hace caer en la cuenta de que ya es muy tarde para arrepentimientos, y la extraña sensación que me había rondado durante el día regresa con más fuerza que antes.

—Hola —me saluda cuando le abro la puerta.

Se ve deslumbrante, y no tiene nada que ver con el bonito vestido blanco que eligió para nuestra cita, sino con la forma en que sus ojos brillan llenos de emoción y su hermosa sonrisa se expande hasta robarte el aliento.

Poderosa, extraña, desconocida y muy excitante son algunas de las palabras con las que podría comenzar a describir la oleada de sensaciones que me golpean cada vez que la veo.

¡Al diablo los replanteamientos! ¿A quién quiero engañar? Toda esta mierda del noviazgo la inventé yo porque no soporto la idea de que no sea mía. Si hay una mujer por la que yo estaría dispuesto a embarcarme en alguna locura, es esta que tengo frente a mí, encendiendo mi mundo con su magia.

—Hola —saludo de vuelta, con la sonrisa típica de quien no puede ocultar su alegría. Sanem me sorprende cubriendo la distancia entre los dos para presionar un beso sonoro en mi mejilla—. Por favor, dime que este beso significa que he sido perdonado. —Completo mi petición con un puchero, un gesto infantil con el que espero terminar de ablandar su corazón.

Hasta que llegaste tú Donde viven las historias. Descúbrelo ahora