Capítulo 20

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V i o l e t a
📍Sydney, Australia

Ardor, eso es lo que básicamente sentía.

Me revolví entre las sábanas donde estaba durmiendo mientras que suavemente tocaba mi estómago. Este rugía, no sé si por hambre o por que de un momento a otro echaría todo el alcohol que ingerí anoche.

—Buenos días, ¿cómo despertaste?

Me giré para quedar cara a cara con la persona que se encontraba acostada a mi lado. No era muy difícil saber con quien acabé anoche aunque sí me podía sorprender bastante el hecho de que el alcohol me hizo perdonarle, o eso creo.

—Bien... bueno no muy bien—hice una breve pausa para tragar saliva. Mi estómago volvió a revolverse—Creo que voy a-...—y salí corriendo como pude hasta el cuarto de baño de su habitación.

Apoyé mis dos rodillas en el suelo y abrí rápidamente la tapa del water para poder arrojar en este todo lo que bebí en la tarde y noche. Diablos, me sentía pésima.

—Se te pasará... toma esto, te vendrá bien.

—Gracias—dije como pude desde la misma posición alcanzando la pastilla que me había ofrecido. Me levanté como pude apoyando mis manos contra la fría pared del cuarto de baño haciendo que me tambalease un poco.

—Violeta por dios, ten cuidado—habló esta vez de una manera más fría ayudando a que me recompusiera—¿Quién te mandó a beber tanto?

—Creo que si te lo dijera no te lo creerías—solté con un tono de ironía y burla y Calum frunció su ceño.

—¿Quién-...

—Nah, no debería importarte.

—Sinceramente, no me importa.

—Bien—terminé de hablar y toqué mi frente que se encontraba algo húmeda por el mal cuerpo y anduve lentamente arrastrando mis pies de nuevo hasta la cama del morocho. Este me siguió y se sentó a mi lado.

—Voy a irme ya, ¿estarás bien aquí?

—Supongo—contesté y suspiré.

Él se levantó de la cama y tomó unos pantalones negros pegados y una camiseta que estaba llena de arrugas, sin planchar:—Dile a los chicos que vendré después de cenar.

Asentí y estúpidamente mis ojos se llenaron de lágrimas.

Miré hacia mi derecha notando como rayos de luz entraban en la habitación mientras que Calum se ponía unos zapatos para poder irse.

—¿Porqué haces esto tan difícil? ¿Porqué?

El morocho se encogió de hombros y cabizbajo me contestó:—Violeta...

Mi mirada chocó de nuevo con la suya, como había ocurrido desde el primer segundo que nos vimos. Los labios de Calum estaban entreabiertos y entre ellos trataba de respirar. Negué cabizbaja tratando de buscarle un sentido a todo esto pero era imposible porque no lo había.

—Lo siento—hablé apenada para luego levantar la vista para encontrarme con que Calum ya no estaba. La puerta estaba abierta y en segundos había desaparecido.

Violeta Jackson | 5SOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora