Capítulo 6

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Mi alarma al parecer no se había enterado de nada y sonó tan estruendosa y estrepitosamente como siempre. El hecho de que no había pegado un solo ojo en toda la noche no cambiaba en nada en cómo odiaba ese sonido.

Me senté en la cama y tomé mi tableta de nuevo, tenía que ver el video de seguridad una vez más para confirmar que todo lo que había vivido la noche anterior era real. Por primera vez en toda mi vida, una noche en vela conversando con mi almohada no fue suficiente para encontrarle una salida a mi situación, realmente estaba jodida.

Encendí la tv como siempre y me dirigí hasta la ducha, con suerte un buen baño sacaría el montón de sentimientos que me carcomían por dentro.

-Y en exclusiva, tenemos imágenes inéditas del Ex presidente corporativo de las empresas D'accardi Electronics saliendo del cual sería su antiguo departamento a las afueras de esta ciudad -la voz de la chica del noticiero hizo que todo mi cuerpo temblara y volteé de repente.

-Recordamos que hace más de un año se reportó un extraño intercambio de disparos en su edificio, en el cual el magnate había perdido supuestamente la vida, más adelante estaremos ampliando esta y otras noticias -Mierda.

Como era de esperarse, pocos minutos después mi teléfono empezó a sonar como loco. Llamadas y mensajes de mis amigos, socios e incontables personas relacionadas a la empresa, alumbraban mi pantalla como si de un luminoso árbol de navidad se tratara. No podía creer que esto estaba pasando, al menos no tan pronto.

El nombre de Gustav apareció de repente  y suspiré. Me vi tentada a apagarlo todo e irme a algún lado donde no tuviera que lidiar con nada de esto, pero sabía muy bien que no podía, ni debía hacerlo. Luego de un par de timbrazos le conteste.

-Dime, por favor -lanzó como si me rogara-. Abigail, por favor, dime que esa noticia que me acaban de enviar es mentira -me quedé en silencio sin saber que decirle y no necesitó más.

-Voy para allá -su voz gélida me puso nerviosa.

-Gust... -intenté responderle pero ya era tarde, había colgado.

El tiempo de paz había acabado y se avecinaba una guerra.

No tuve tiempo para pensar en Gustav, tenia un gran problema que resolver. Había recibido un correo electrónico en donde se me informaba de una reunión de emergencia que se realizaría a primeras horas de la tarde en la empresa y a pesar de la gran inestabilidad emocional que estaba afrontando, estuve toda la mañana en casa tratando de calmar a la prensa y a los socios que no terminaban de salir del asombro.

Llegó la hora de la que sería mi última reunión como presidenta, estaba más que lista. Parada frente al espejo de mi habitación no vi a la chica rota que en realidad era en ese momento y me sentí orgullosa de mí y de mi gran capacidad para fingir en situaciones como esta.

Vestida completamente de negro, el color mas oportuno para la ocasión. Me di la vuelta asegurándome de que el vestido de tubo que había elegido me quedara bien. Recogí mi melena en un elegante moño en la parte baja de mi cabeza y me dirigí hasta la puerta luego de tomar mi bolso y mi iPad.

Todo el camino hasta la empresa estuve controlando mis sentidos, centrándome, ya tendría tiempo de pensar mejor las cosas. Me urgía desligarme de todo lo que tenía que ver con Enzo.

-Llegamos, Señora -dijo un chico de seguridad con el cual no estaba muy relacionada.

-¿Dónde está Julio?

-Desde anoche no hemos podido dar con él -asentí y bajé del auto.

Caminé hasta el ascensor con paso firme y justo cuando las puertas estaban por cerrarse, una mano intrusa impidió que lo hicieran. De a poco,  volvieron a abrirse y pude ver a Enzo parado frente a mí, vestido con un traje azul marino que parecía estar tatuado en su cuerpo como una segunda piel. La barba que había notado ayer, ahora estaba mejor arreglada. No dijo nada, solo me miró de pies a cabeza sin disimular y se acomodó a mi lado.

Uno de nuestros empleados también se apresuró para alcanzar nuestro elevador, pero cuando vio a Enzo se quedó clavado por la sorpresa.

-Lo siento, este va lleno -el descarado de D'accardi le sonrió fingiendo amabilidad y cerró las puertas de una vez por todas.

Mi vista estaba fija en el frente, no tenía miedo, pero era consciente de la situación vulnerable en la que me encontraba. De reojo vi como Enzo hizo que su cuerpo descansara en unas paredes del ascensor y sentí como su mirada quemaba mi nuca.

-Estás mucho más delgada de lo que recuerdo, pero tu culo... tu culo solo toma las libras que dejas -lo miré con la cara desencajada sin dar crédito a los que escuchaba.

-Al menos aún puedo tener tu atención de la misma manera de siempre -sonrió viéndome a los ojos con nostalgia. Maldije por lo bajo por caer tan fácilmente e inmediatamente las puertas se abrieron, salí de ahí.

La reunión estuvo presidida casi en su totalidad por el abogado de Enzo, el cual merecía el premio al mejor guionista, pues contó en detalle la situación de la supuesta muerte de D'accardi y se encargó de romantizar sus motivos. Para mi sorpresa, el grupo de socios que siempre trataron de hacerme la vida imposible, fueron los primeros ilusos que creían cada palabra que escupía.

Por petición mía, cada departamento presentó a groso modo los avances que habían logrado en el periodo en el que yo había sido presidente y la encargada de relaciones públicas nos leyó el comunicado con el que trabajarían para apaciguar a la presa. Todos debíamos manejar la misma versión.

Acabamos la reunión ya entrada la noche, estaba agotada, pero agradecida de esa pequeña rendición de cuentas. Estaba lista para renunciar.

-¿Me das un minuto? -miré a Enzo que asintió emocionado y rodeé los ojos.

Nos encaminamos hasta mi oficina y solo entonces pude echarle un vistazo a mi teléfono, el cual, por alguna razón que desconocía, tenía un montón de llamadas perdidas de April y Dylan.

Mis asistentes ya se habían marchado y la recepción estaba completamente desolada, cuando abrí la puerta para entrar a la oficina me tensé al ver quienes me esperaban allí. Los Palumbo me miraban con desaprobación.

-Pero que linda pareja -Gustav lanzó con una voz cargada de sarcasmo.

-Muchas gracias -volteé a mirar a Enzo que sonreía orgulloso. ¿Acaso quería morir? Giancarlo notó las intenciones de su hermano de lanzarse sobre él y lo tomó del brazo.

-Es mejor que nos vayamos, Abigail -Tarzan había cambiado demasiado y ahora evitaba todo lo que podía las peleas.

-Si, solo necesito un par de minutos para... -Gustav me tomó del brazo con fuerza, no estaba siendo nada delicado. Pronto tendría un moretón ahí.

-¡Recoge tus cosas, ya! -gruñó y la vista de Enzo viajó hasta mi brazo enrojecido. Suspiró y sonrió con sarcasmo.

-Deberías soltarla, Russo -espetó en un intento fallido de parecer calmado. Mi esposo me soltó de golpe y ahora su atención era completamente para D'accardi.

-Hablas demasiado para ser alguien que está muerto -me interpuse entre los dos.

-Esta bien, esta bien, vámonos ya -me miró unos segundos y luego de pensarlo un poco me tomó de la mano poniéndome a su lado.

-No te quiero ver cerca de mi mujer o puedo jurar que estaba vez si conocerás a San Pedro -justo cuando D'accardi estaba por contestarle, halé a Gustav y salimos de ahí antes de que ocurriera un desastre.

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Resolvamos esto de manera civilizada, ¿con quien debería quedarse Abigail?

Ya debemos ir poniéndonos de acuerdo :P

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