Capítulo 12

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Gustav

El destello de luz al abrir los ojos me lastimó, supongo que lo merecía por haber bebido tanto, ¿por qué mierda había tomado? Miré hasta mi mesa de noche con la banal esperanza de encontrar el kit anti resaca que siempre tenía mi esposa para mi en las mañanas como esta, no estaba.

Observé a mi alrededor buscando algún punto conocido y no encontré nada, ¿dónde diablos estaba? En serio debía dejar de tomar. Cuando me encontré listo para el cambio de posición me senté lentamente en el borde de la cama y me quejé al sentir un fuerte dolor en mi estómago, fue todo lo que necesité.

Flashes empezaron a pasar por mi cabeza como si de una película de terror se tratara. Había lastimado a mi esposa, había lastimado a la mujer que amaba tanto física como verbalmente.

Me levanté de la cama y empecé a dar vueltas por la habitación, ¿qué había hecho? ¿Cómo es que había podido tratarla así? La puerta tras de mí se abrió y volteé con la ilusión de verla, con el iluso pensamiento de que quizá todo eso solo había sido un mal sueño, uno muy cruel.

-Despertaste -la vi con mi camisa puesta y la sonrisa que solo se le guarda a algún ser querido-. Traje el desayuno, me imagino que debes tener hambre. Pedí tus favoritos.

-¿Cómo llegué aquí? ¿Qué pasó anoche? -se sonrojó y volvió a sonreírme, su mirada no me gustaba nada.

-Llegaste a mi habitación pasada la media noche -titubeó un poco mirando a otro lado-. Supongo que pasó lo que querías con urgencia.

-Juliette... -hiperventile-. ¿Tuvimos sexo anoche? -lancé sin ningún tipo de decoro -asintió mirándome ofendida.

-¿No te acuerdas de nada? Viniste aquí al parecer con ganas de desquitarte de que Abigail se había marchado con un tal Enzo.

Abrí los ojos de par en par y esa parte de la noche por fin se reconstruyó en mis recuerdos, maldición, ella estaba con Enzo. Había pasado la noche con él.

Tomé mi pantalón y mis cosas y salí disparado de ahí, por suerte mi habitación estaba justo al lado y no tuve que quedarme ahí ni un solo segundo más. Entré directamente a ducharme, quería limpiar en vano el olor de esa mujer de mi, la odiaba por haberme dejado hacer esto, la odiaba por no haberse negado, pero definitivamente me odiaba más a mi.

Abigail

Acariciaba mi cabeza con lentitud mientras dejaba que llorara en su regazo, ¿cómo es que alguien podía cambiar tan bruscamente? ¿Cómo es que el hombre que me regaló la mejor noche de mi vida en París y tres hermosos hijos había hecho eso? No lo podía creer, me costaba creer que quien me había lastimado había sido él.

-Mon amour, llegamos -levanté mi vista y volví a verlo confundida al darme cuenta que estábamos en el apartamento que había alquilado para pasar los días en América.

-Me encantaría llevarte conmigo, pero lo que menos necesitas ahora es que Gustav piense que pasamos la noche juntos.

-Eso no me importa ya, Enzo -lo miré aferrándome a él. No estaba dispuesta a dejarlo ir.

-Sabes que tampoco me importa, pero -pensó un momento-. Confía en mí, ¿sí? Lo mejor es que hoy te quedes con tus amigos y tus hijos. Yo debo hacer algunas cosas pero mañana vengo por ti y los niños -asentí no muy convencida y me dispuse a salir del auto, él me tomó del brazo con delicadeza llamando mi atención e hizo que lo mirara.

-El amor no debe, ni puede ser así, Abigail. Esta noche piensa bien lo que quieres hacer, yo te apoyaré en lo que sea -se acercó a mí y pegó su frente a la mía, ambos luchábamos por separarnos, pero yo ya sabía que no quería alejarme de él.

***

-Carlos, ¿dónde está Abigail? -lo ignoró-. Carlos, la lastime. ¿Cómo es que la lastime?

-Russo, ya está hecho -le reprochó mientras lo lanzaba sin ningún cuidado a su cama cuando por fin llegaron a su habitación de hotel-. No hagas ninguna otra idiotez y solo duerme. Ya mañana verás cómo das con ella -apagó la luz para él y se marchó.

Minutos después pudo sentir cómo un montón de besos húmedos mojaban su cara y sonrió cuando al abrir los ojos reconoció, a pesar de la poca luz, esa cara, ese cuerpo.

-¿Quieres ir a mi habitación? -le susurró al oído coqueta y asintió sin dudarlo.

Su esposa lo había perdonado a pesar del daño que le había hecho y ahora lo llevaba de la mano para hacerle el amor como solo ella sabía.

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¡Feliz domingo!

¿Que hicieron hoy? (:

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