Capítulo 11

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-Lía, sigues tú -Daddy gritó como siempre y sonreí con nostalgia.

Me vi en el espejo por última vez, no podía creer que me habían convencido de hacer esto y ahora sinceramente me arrepentía, pues el noventa por ciento de los clientes que hoy vendrían habían sido seducidos por esa idea loca de que la Lía de hace unos años había vuelto y me aterraba decepcionarlos, cosa que seguro haría, pues esa chica definitivamente ya no era yo.

Di la vuelta en mi diminuto atuendo y me alegré al comprobar que mis piernas aún recordaban caminar en estos enormes zancos que solíamos llamar tacones. Caminé yendo hacia el escenario con la concentración que ameritaba la situación y con el mantra que carcomía mi cabeza desde hace días Gustav va a matarme.

Tras bastidores confirmé que estábamos a casa llena y no pude sentirme más orgullosa, en muy poco tiempo habíamos modificado por completo el club y el lugar parecía otro, uno más elegante y sensual.

Disfrutaba del show y de el buen ánimo del público cuando recordé todas las llamadas que por alguna razón que desconocía me había hecho Carlos durante todo el día, no había podido contestarle por falta de tiempo y justo cuando me disponía a volver a mi camerino para devolverle la llamada, escuché como los aplausos indicaban que ya las chicas habían culminado su participación y era mi turno. Supongo que tendría que esperar unos minutos más.

El momento que todos habían estado esperando había llegado y todas las luces del lugar se apagaron indicándolo, la euforia y la expectación emanaba por el aire y aprovechándome de la oscuridad me coloque en mi lugar apretando más de lo necesario mi hermoso tubo dorado. Una luz opaca me iluminó y el mar de aplausos no se hizo esperar, les sonreí coqueta al grupo de personas que sinceramente no podía ver, pero sabía muy bien que estaban ahí.

Back in black de AC/DC inundó nuestros oídos y empecé a dar vueltas inocentes con el tubo aún entre mis manos. El primer billete de cien cayó y no necesité más, di una vuelta en el poste ahora tomando impulso para empezar a treparlo y bajé dando giros eróticos mientras repasaba mi lengua por mis labios.

Cuando volví a tocar el suelo se me hacía imposible no pisar las papeletas y comencé a mover mi culo de espaldas como agradecimiento, era probable de que para él final de mi show Karlo pudiera retirarse.

Mis sutiles y sensuales pasos de ballet no podían faltar, ¿qué sería Lía sin ellos? Y para completar mi número con broche de oro, un perverso split, que estaba segura, hacía que mi culo se viera mucho más gordo de lo que en realidad era.

El aplauso del público y la lluvia de billetes me envolvieron y pude confirmar que no había perdido mi toque, aún las personas me recordaban como esa chica de cristal que todos podían ver pero nadie podía tocar. Definitivamente aún seguía siendo la " oficial de policía" favorita de todos.

Justo cuando iba a despedirme, las luces se apagaron de repente tomándome por sorpresa y poco después, un fuerte jalón de pelo hizo que un llanto ahogado saliera de intruso por mi boca. No entendía que pasaba, solo era consciente de que alguien me llevaba de la manera más brusca fuera del escenario. Cuando las luces me dejaron ver quien era el responsable palidecí e intenté en vano zafarme.

-Gustav, suéltame -me quejé-. Me estas lastimando maldición -llegamos hasta el primer camerino que encontró y me liberó.

-¿Por qué? -gruñó viéndome molesto y la cantidad de alcohol que había ingerido era más que evidente-. ¿Por qué mierda no puedes ser una esposa

como las demás? ¿Qué debo hacer para que me obedezcas maldita sea? ¿Para que al menos me respetes?

-Gustav, estas fuera de sí -no tenía ninguna duda de que sería imposible que escuchara razones en ese estado y no iba a perder mi tiempo-. Hablemos mañana cuando no estés borracho -me volteé para ir a mi camerino y volvió a jalarme del pelo al parecer aún más molesto que antes.

-¡Ahora, puta! Quiero que me expliques ahora mismo qué mierda haces bailando como una zorra para otros -lo miré sin dar crédito, mi cuerpo no era capaz de responder, esto debía ser un sueño, este no era Gustav.

-Es por dinero, ¿verdad? -continuó y lo miré ya con los ojos llenos de lágrimas. Empezó a sacar de su bolsillo un montón de billetes los cuales lanzaba con odio contra mi cara.

-¡Gustav, ya! -dije tratando de hacerle frente pero mi voz estaba rota.

-Debí saberlo, debía saber que no valía la pena invertir mi tiempo y dinero en una cazafortunas como tú -sus palabras estaban preñadas de veneno y decía todo siendo consciente del daño que causarían.

-¡Vete, vete, por favor! -grité más dolida que nunca, pero él aún tenía cosas que decir y se agachó para estar a mi altura, cuando se dio cuenta que no estaba dispuesta a verlo a la cara envolvió mi pelo en una de sus manos haciendo que mi cabeza se estirara hacia atrás.

-No vales nada, Abigail -lanzó cada palabra en cámara lenta y sollocé, sabía que después de esto ya no habría vuelta atrás.

La puerta se abrió de par en par y Enzo estaba parado en el umbral rojo de la rabia, caminó hasta nosotros con prisa y se notaba la urgencia que tenía en llegar hasta su hermano que no se esperaba su presencia. Lo jaló del pelo de la misma manera que él había hecho conmigo y lo levantó y empujó con fuerza hasta una de las mesas de maquillaje, yo estaba clavada en el suelo sin saber que hacer. Gustav intentaba recomponerse pero el nivel de alcohol en su sistema no lo ayudaba en nada.

-Agradece que no soy un hijo de puta como tu, cabrón, pero te juro que te voy a partir la cara cuando estés lo suficientemente sobrio como para defenderte.

Fue hasta mí y con mucha delicadeza me ayudó a levantarme. Cuando se dio cuenta que me temblaban las piernas, acomodó un poco mi pelo y me cargó en brazos.

Mi esposo no soporto ver nuestro contacto e intentó acercarse con ganas de impedirlo, pero Enzo reaccionó a tiempo y lo empujó haciéndolo caer de nuevo.

-Y que ni se te ocurra acercarte a mi mujer de nuevo, imbécil.

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¿Esto cada vez se pone mejor o peor? 

Yo ya no lo sé....

EscógemeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora