Capítulo 4

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-Julio, no puedes solo decirme eso y esperar que me quede tranquila -lo miré impaciente-. ¿Cómo es que nadie tiene información de ese hombre?

-Solo aparece un par de veces en las cámaras de seguridad, no hay manera de reconocerlo pues su rostro estaba oculto.

-¿Revisaron la lista de invitados? -asintió seguro.

-Ninguno de los invitados tenía una máscara parecida, mi equipo pasó toda la mañana trabajando en ello.

-¿Si no era un puto invitado como pudo burlar la seguridad de esa forma? -lo miré molesta-. ¡Baile con él! Pudo haber sido cualquier loco con intenciones de hacerme daño y lo hubiera logrado.

-Lo sé, señora. Eso estamos indagando más -me levanté de mi escritorio y me acerqué hasta donde estaba parado.

-Julio -lancé ahora más calmada y le mostré la imagen que tenía en mis manos-. ¿Ves esta foto? ¿Puede ver ese tatuaje? -asintió y me miró como si entendiera perfectamente lo que quería decirle.

-Ahora mismo mi estabilidad emocional depende estrictamente de ti, si no encuentras ese hombre y lo traes frente a mi, juro que podría perder la poca cordura que me queda -en esta ocasión quería que fuera claro que se encontraba hablando con Abigail y no con su jefa. El asintió.

-Lo encontraré -respiré más aliviada y volví a mi asiento.

-Puedes retirarte, infórmame de inmediato si encuentran algo, quiero saber lo más mínimo -asintió-. De esto ni una sola palabra a Gustav, por favor.

-De acuerdo -segundos después se marchó.

Mi cuerpo había pasado lo que iba del día en la oficina, pero definitivamente mi cabeza estaba en otra parte. Repetía una y otra vez ese baile, esa pequeña charla, su voz, su aroma.

Quizá había pasado tanto tiempo tratando de superar a Enzo que ahora no podía siquiera reconocerlo aún teniéndolo de frente, me parecía increíble pero no imposible. Un escándalo en la recepción de mi oficina llamó mi atención y salí a ver qué pasaba.

Una hermosa pelirroja discutía con mis asistentes que se negaban a dejarla pasar a mi oficina.

-¿April? -las tres voltearon a verme y mi amiga se acercó a mí con confianza.

-Debes tener una puta foto mía por aquí, me acaban de decir que no podía verte -las mató con la mirada desde lejos y yo la abracé como si acabara de llegar la solución a todos mis problemas. Las chicas se relajaron al ver que evidentemente era una visita que si quería recibir y volvieron a sus puestos de trabajo.

-Amiga, ¿qué haces aquí? -ella veía asombrada mi oficina.

-Abigail, ¿Robotina vive aquí? -reí a carcajadas y nos sentamos en uno de los sofás-. Obvio tenía que venir, ayer cuando hablamos pensé que ibas a colapsar. ¿Qué mierda es todo eso?

-No tengo idea, nadie vio nada. Ni siquiera era un invitado. No tengo más que unas fugaces imágenes de las cámaras de seguridad y la foto que te envié anoche de la prensa.

-Sentí escalofrío de solo ver esa foto, no puedo ni imaginar como te debes sentir tu.

-No sé por qué cada vez que logró avanzar viene algo que me pone unos pasos más atrás de donde estaba -acarició mi espalda en un vago intento de consolarme.

-¿Qué puedo hacer por ti? Haré cualquier cosa -sonreí con nostalgia.

-Que estés aquí me ayuda no te imaginas cuanto -alguien abrió la puerta de repente y rodeé los ojos divertida.

-Escuché que una loca pelirroja estaba haciendo un escándalo en las oficinas de presidencia y supe de inmediato que era mi mujer -se acercó a ella y la beso con amor.

-¡Ay por Dios! Consíganse una habitación -me levanté-. Iré por unos cafés, por favor compórtense.

Dylan sentó a su chica en las piernas y ninguno de los dos pudo parar de sonreír ni por un momento, sentí envidia de su amor sin tantas altas y bajas, sin ningún drama. Salí dándoles un poco de privacidad.

Almorzamos los tres juntos en mi restaurante favorito y decidí tomar la tarde libre para hacer turismo e ir de compras con mi mejor amiga. Dylan a regañadientes fue a cubrirme, le prometí que a cambio le prestaría a su chica toda la noche.

-Abigail -miraba un par de vestidos que pronto estarían en el armario de mis hijas cuando April llamó mi atención.

-¿Y si está vivo? -la miré confundida-. Has pasado todo este tiempo repitiendo que Enzo está vivo pero, ¿y si lo está? No quiero darte falsas esperanzas pero si está vivo cómo dices, ¿qué harás? -su pregunta me desenfoco por completo. No supe qué responderle.

Como había prometido, al anochecer deje al par de tórtolos a solas y volví a casa. El hecho de que no había vuelto a ver a Julio en todo el día antes de tranquilizarme, me alteraba. Mi teléfono comenzó a sonar y conteste de inmediato.

-Pitufa, ahora si que lo jodí todo, en serio -reí.

-Hola, Giancarlo. ¿Qué cómo estoy? Bien, ¿y tú? -lancé sarcástica.

-Hablo en serio, Abigail -gruñó y rodeé los ojos.

-¿Ahora que le hiciste? -se quedó en silencio-. Giancarlo...

-Le dije que tu tuviste gemelas y que nunca me dijiste que no querías coger -arrugué la cara y sentí pena por él.

-Decir que estás jodido es quedarse corto -lancé sin más mientras me bajaba del auto al llegar a casa y me dispuse a ir hasta el ascensor.

-Me siento horrible, lo dije de repente y sin pensar -estaba sinceramente arrepentido.

-Esta reconciliación si que te saldrá cara, Tarzan.

-Lo sé -suspiró-. Pero lo merezco.

-Nunca debes comparar a tu mujer con otra, mucho menos si está embarazada y peor aún, nunca debes compararla con tu ex -le regañé mientras entraba a mi departamento.

-Ya lo se, no se que me... -no pude escuchar nada más porque el teléfono resbaló de mis manos al ver a la persona que me esperaba de pie en la sala.

-¿Enzo? 

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Para que luego no digan que soy cruel  😇

¡Una escritora los quiere! Gracias infinitas por leerme.

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